CNN.- Una caja de madera con 1.000 caracoles adultos y 2.000 especímenes jóvenes emprendió, en mayo pasado, un viaje de unos 4.800 kilómetros desde un zoo del norte de Inglaterra hasta las Bermudas.
Los caracoles iban cuidadosamente embalados dentro de la caja, junto con pañuelos húmedos que ayudaron a mantener la temperatura y habichuelas verdes como comida a bordo durante el vuelo de siete horas.
La caja viajó junto a otros cargamentos regulares, con solo unas pocas etiquetas que permitían distinguir su contenido, inusual y precioso:. Las etiquetas decían “animales vivos”, “este extremo” y “3.000 caracoles terrestres de las Bermudas menores”. Nada indicaba que estos animales, una vez liberados, podían representar el futuro de toda una especie.
Los caracoles de tierra de las Bermudas menores, como su nombre indica, son originarios del archipiélago ubicado en el océano Atlántico Norte. En las últimas cinco décadas, una serie de amenazas han reducido significativamente las poblaciones de la especie y ahora está clasificada como en peligro crítico. En 2017, 60 de los ejemplares restantes fueron enviados a Gerardo García, jefe de ectotermos (especies de sangre fría) del zoológico de Chester, en un esfuerzo por salvar a la especie de la extinción.
García y su equipo, expertos en la cría de reptiles e invertebrados pequeños, empezaron a estudiar la dieta y las pautas de reproducción de la enigmática especie. En los años siguientes, los diminutos caracoles empezaron a multiplicarse.
“Cuando empezamos el programa con los caracoles Bermuda en el zoo estábamos justo al borde de la extinción de la especie”, dice García. “Hoy podemos decir que se encuentran en un proceso de recuperación y que vamos en la dirección correcta”.
La reciente liberación es el último intento de reintroducir esta diminuta especie en su hábitat nativo. Se han liberado 1.000 caracoles en cada una de las islas —Trunk, Higg y Port— de las Bermudas. Esto sigue a tres liberaciones anteriores, entre 2020 y 2022, cuyos resultados aún se están supervisando.
Solo el tiempo dirá hasta qué punto tendrá éxito la reintroducción, y García sospecha que avanzará a paso de caracol. El ciclo reproductivo de la especie es largo y su tamaño dificulta el seguimiento, ya que son demasiado pequeños para llevar un rastreador electrónico. Pero él y otros científicos tienen esperanzas, en parte por el éxito que han tenido en la reintroducción del primo mayor de la especie: el caracol terrestre de las Bermudas.
Esta criatura —de tamaño similar al de una uva— se creyó extinta durante más de 40 años hasta que, por casualidad, un hombre descubrió una en un callejón de Hamilton, la capital de las Bermudas.
“Era 2014, y un miembro de la población entró en mi oficina y abrió su mano, y dentro de su mano había una concha de caracol”, recuerda Mark Outerbridge, ecólogo de vida silvestre del Departamento de Medio Ambiente de Bermudas. “Me dijo: ‘Creo que puede tratarse de una especie extinguida'”.
La concha solitaria llevó al descubrimiento de una población, lo que desencadenó un esfuerzo de conservación. Outerbridge se puso en contacto con García —que ya había estado trabajando en las Bermudas con eslizones (un tipo de lagarto)— y juntos decidieron enviar 60 de los caracoles a Chester, donde podrían ser estudiados y, en última instancia, criados.
Desde entonces se han reintroducido más de 100.000 caracoles terrestres de las Bermudas en varios lugares del archipiélago, lo que García considera uno de los mayores ejemplos de reintroducción de una sola especie.
“Lo están haciendo muy bien: vemos que los animales están establecidos, se reproducen y se propagan”, afirma. De hecho, a la especie le va tan bien por sí sola que cree que ya no necesita ser criada en un zoo.
La esperanza es que el caracol terrestre menor siga el viscoso rastro del mayor. “Hemos estado utilizando el caracol de tierra de las Bermudas mayor como sustituto, o el sustituto de investigación, asumiendo que si les va bien, al caracol de tierra de las Bermudas menor también le irá bien”, dice Outerbridge.
Pimientos y pollos asesinos
Pero la recuperación a largo plazo de una especie a partir de cifras tan bajas es complicada. La cría no es una panacea y debe combinarse con otras medidas de conservación.
Según Outerbridge, tanto el caracol terrestre mayor como el menor estaban amenazados por depredadores como los platelmintos, los caracoles carnívoros y los pollos salvajes, especies invasoras introducidas en las Bermudas por el hombre en los últimos 50 años (algunas a propósito, otras accidentalmente). Para que las poblaciones vuelvan a prosperar hay que reducir estas amenazas.
En los primeros años del proyecto del caracol terrestre de las Bermudas, recuerda Outerbridge, sentía presión porque, aunque los caracoles se multiplicaban en los laboratorios del Reino Unido, no había ningún lugar seguro para liberarlos. Así que él y su amplio equipo trabajaron duro para crear un entorno acogedor en las distintas islas donde se está llevando a cabo la reintroducción. Por ejemplo, en Trunk Island se han centrado en erradicar especies invasoras como el pimiento de Brasil, una planta de jardín introducida en los años 50 que ha superado en cantidad a muchas plantas locales, y en replantar especies autóctonas como palmitos y cedros. También han introducido planes de gestión para hacer frente a las infestaciones de pollos.
“Las islas se han convertido en balsas salvavidas para especies amenazadas que no podemos controlar en la isla principal”, explica Outerbridge.
Una vez que las islas volvieron a ser lo que eran antes del declive de la especie, el equipo le dio el visto bueno a García para que empezara a enviar los caracoles de vuelta.
Caracoles pequeños, impacto grande
García es, desde hace tiempo, un defensor de las especies pequeñas. En el zoo de Chester trabaja en un grupo de contenedores de transporte situados fuera de las instalaciones principales, lejos de los tigres de Sumatra y los elefantes asiáticos que suelen atraer a los visitantes. Puede que los reptiles, anfibios e invertebrados en peligro de extinción que se guardan en los contenedores no tengan tanto glamour, pero él insiste en que no son menos importantes. Se trata de algunos de los grupos de especies más amenazados del planeta, y es aquí donde los científicos estudian su biología, comportamiento y hábitos de cría en un entorno controlado, con el objetivo de reintroducir todas las especies de nuevo en la naturaleza.
Cuando la gente le pregunta a García por qué se desvive por ayudar a criaturas tan pequeñas como los caracoles de las Bermudas, su respuesta es: “¿Por qué nos preocupamos por cualquier especie que tengamos en el planeta?”.
“Cada una, animales y plantas, tiene un papel que desempeñar”, dice. “Los caracoles tienen muchas funciones; una de ellas es degradar materiales. Eso forma parte del ecosistema, y si eliminas esa pieza (entonces) el sistema no funciona”.
Él espera que el trabajo que están realizando ayude a implicar al público y envíe un fuerte mensaje de optimismo.
“Realmente podemos recuperar una especie que estaba al borde de la extinción”, afirma.