El cambio climático está alterando los sistemas alimentarios de América Latina, según un informe de la ONU

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CNN.- El clima extremo exacerbado por el cambio climático alimentó el hambre y la inseguridad alimentaria en toda América Latina y el Caribe en 2023, según un nuevo informe de las Naciones Unidas.

Las condiciones meteorológicas extremas hicieron subir los precios de las cosechas en varios países de la región en 2023, según el informe, elaborado por varias agencias de la ONU, entre ellas el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).

El calor y la sequía, intensificados por el fenómeno meteorológico de El Niño, elevaron el precio del maíz en Argentina, México, Nicaragua y República Dominicana, mientras que las fuertes lluvias en Ecuador generaron un aumento de entre el 32% y el 54% de los precios al por mayor en el mismo año.

“Las crisis son cada vez más extremas”, afirma Lola Castro, directora regional del WPF para América Latina y el Caribe. “Esto es lo que está creando una mayor inseguridad alimentaria y desnutrición”.

El informe, que cita un estudio de 2020, afirma que el 36% de las 439 pequeñas explotaciones agrícolas encuestadas en las zonas rurales de Honduras y Guatemala experimentaron “inseguridad alimentaria episódica debido a fenómenos meteorológicos extremos”.

“En las zonas más rurales… no tienen muchos recursos para poder soportar una mala cosecha”, afirma Ivy Blackmore, investigadora afiliada a la Universidad de Missouri que estudió la nutrición y la agricultura entre las comunidades campesinas indígenas de Ecuador.

“No se generan tantos ingresos. No hay tantos alimentos nutritivos, así que venden lo que pueden y luego compran lo más barato que les llene”, añadió.

En las comunidades que estudió, la erosión causada por las lluvias prolongadas llevó a los agricultores a sembrar en pastizales vírgenes cercanos.

“Pueden tener un par de buenas cosechas. Luego la erosión continúa, y desentierran más”, dijo Blackmore. “Se produce una erosión extrema porque tienen que mantenerse a corto plazo sin poder afrontar estas consecuencias a largo plazo”.

Impulso a los cultivos resistentes a la sequía

A medida que el clima extremo aumenta los precios de los alimentos, algunos consumidores gravitan hacia alimentos ultraprocesados más baratos, pero menos nutritivos. Se trata de una tendencia especialmente peligrosa en América Latina, según el informe de la ONU, donde “el costo de una dieta sana es el más alto del mundo” y tanto la obesidad infantil como la adulta han aumentado notablemente desde el año 2000.

Una solución puede estar en los alimentos tradicionales de la región, como la quinoa y las raíces tuberosas como la mashua y el melloco, entre otros. Además de ser más sanos, los productos tradicionales pueden resistir los peores embates del cambio climático.

“Muchos cereales andinos son muy resistentes a la sequía”, señaló Castro. “Estamos trabajando con pequeños agricultores en zonas muy diferentes con poblaciones indígenas de América Latina y el Caribe para devolver esos alimentos a la mesa”.

En algunos casos, esos alimentos pueden estar ya en la mesa. La agricultura tradicional en terrazas de los Andes “es asombrosamente resistente”, afirma Carlos Andrés Gallego-Riofrío, profesor asistente de investigación de la Universidad de Vermont. “Conserva la humedad, conserva la fertilidad del suelo”.

Caliata, una de las comunidades agrícolas que estudió en el centro de Ecuador, experimenta bajos índices de enfermedades crónicas a pesar de estar “a sólo 14 kilómetros de la ciudad”.

“Podían comprar Coca-Cola”, dijo Gallego-Riofrío. “Podrían comprar lo que quisieran en la tienda, como cualquier alimento superprocesado. Aun así, apenas vemos eso en sus dietas”. La mayoría de los alimentos que se consumen en Caliata son cultivados por las familias de la zona, con abundancia de tubérculos, judías, cebada y fruta, en lugar de alimentos envasados comprados en otros lugares. La carne más popular es la de cuy, utilizada con fines culinarios y medicinales.

“En los sistemas tradicionales andinos hay mucho que aprender”, concluye Gallego-Riofrío. “Hay tanto que se puede transferir a otras comunidades y veríamos rendimientos mucho mejores en términos de ecosistema y salud humana”.

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