Catalina y Marco Antonio: una historia de amor y activismo

"Yo no tengo discapacidad, pero la vivo todos los días". Así fue como el amor y la solidaridad, llevaron a Catalina a convertirse en activista.
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Blakely Morales

Con su activismo, Catalina lo abarca casi todo, pues la discapacidad de Marco Antonio su esposo, implica el espacio público por completo. Ambos son la clara muestra de que lo personal es político.

Por eso, a ella la podemos ver, lo mismo dictando cursos y talleres de inclusión en oficinas públicas, colaborando para el Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana para la próxima siguiente reforma electoral en donde se deberán incluir a las personas con discapacidad en el espectro de la oferta política; o alzando la voz por una consulta pública ante el Congreso Local por la Ley de Asistencia Social, o protestando en la Alameda contra el proyecto de puentes (anti) peatonales del Gobierno del estado.

Catalina Torres y Marco Antonio Vargas llevan 40 años juntos. La mitad de ese tiempo, él ha tenido que trabajar, transportarse y vivir en silla de ruedas, a causa de una hernia de disco que le perforó la médula y le dejó imposibilitado para ponerse de pie. 

Se conocieron en un curso de teatro, en la escuela de iniciación artística de Bellas Artes, apenas siendo adolescentes por allá, a principios de los años ochenta en la Ciudad de México, estudiaron juntos la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro en la UNAM, se graduaron y obtuvieron su título con una tesis que escribieron en conjunto, al salir, ambos ingresaron a trabajar en la Máxima Casa de Estudios, se casaron en 1991 y cuando él obtuvo una beca para estudiar un doctorado en Inglaterra, ella se fue también.

Pero durante el cuarto año estando allá, la salud de Marco comenzó a declinar. Fue prácticamente bajando del avión de regreso a México, cuando tuvo que ser hospitalizado y operado, pero la hernia había profundizado y los doctores le dieron la mala noticia de que no iba volver a caminar. 

Ella recuerda ese momento: “salí corriendo del cuarto del hospital a buscar a los doctores que dijeron ‘usted no va caminar nunca más’, y les dije: ‘ya no va volver a caminar y qué va pasar con su vida”.

Fue ahí donde recibió el primer mensaje de aliento: “En ese momento fue el primer contacto que tuve con pensar en la inclusión, porque ellos me dijeron ‘uy, hay muchas cosas que él puede hacer, él puede seguir haciendo su vida normal, seguir trabajando, estudiando, puede hacer muchas cosas, a él no necesariamente se le va limitar’, y yo me quedé con eso”.

Pero cuando asumió el activismo fue con los primeros obstáculos que Marco encontró. Vivían en un departamento en Tlatelolco, que tuvieron que vender pues ya no podían acceder como antes, y la UNAM lo vetó: “La universidad le dijo de inmediato ‘ya no puedes trabajar aquí’, y dijimos ¿Pero por qué?, ‘porque ya no puedes caminar’. Pues sí, pero si podía seguir enseñando”. Aún así, no lo dejaron volver.

B  ¿Alguna vez se te cruzó por la cabeza decir que en esta condición, puede que no quieras estar con él?, le pregunto.

Catalina: Ah, no, nunca. A partir de que él adquirió esta discapacidad, la adquirimos juntos, la discapacidad es de los dos. No es a ver qué haces tú, es a ver qué hacemos los dos.

B: ¿Tú crees que te hiciste activista, por amor?

Catalina: Sí. definitivamente sí, porque yo me identifico con él, es solidaridad, siento que él no está solo, siento que él tiene un problema que es compartido por mí, por eso mismo cuando me dicen a mí ‘es que tú no tienes discapacidad’, yo les respondo que sí la vivo, que a lo mejor no la tengo, no tengo un diagnóstico, pero las barreras las enfrento y sí, me volví activista por mi amor a Marco. Sí.

Actualmente, Catalina y Marco son representantes de la Fundación Gilberto Rincón Gallardo en San Luis Potosí, y participan activamente en colectivos como Derechos Urbanos, con quienes realizan posicionamientos y protestas, para hacer de ésta una ciudad más incluyente con todas las formas de transitar. Él se dedica a la traducción de textos en inglés, mientras ella se dedica al activismo.

“Somos un equipo. En realidad lo que queremos es cambiar las estructuras, cambiar al sistema, eso es lo que le hace daño a la gente, por eso estamos en donde quiera que se pueda hacer incidencia”.

Lo que más le gusta a Catalina de Marco es su sentido del humor, pues a 40 años de estar viviendo juntos, él la sigue haciendo reír.

“Yo creo que sí, en algún momento se acaba la atracción que uno siente cuando es joven, pero la atracción física se transforma en algo más maduro, que ya no tiene tanto que ver con lo ojos, sino con sentirse bien; se transforma, no es que se acabe, se transforma”.

 

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