Música para el Apocalipsis.
Blakely Morales
En el episodio diez de la sexta temporada de Malcolm el de en medio, el protagonista y sus hermanos Reese y Dewey, están aburridos un sábado al mediodía mirando la televisión; sus padres los retan a encontrar una modo creativo para entretenerse, pero ellos solos saben hacerlo metiéndose en problemas.
Deciden subir un espectacular y vandalizar el anuncio de un table dance con una mujer en bikini en una posición sugerente. Cuando su madre los descubre, Malcolm, un adolescente con un coeficiente intelectual de 165, rebelde y contradictorio, le da una vuelta de tuerca a la situación, raya en el anuncio la frase “I want respect“, y comienza entonces una repentina protesta contra la objetivación del cuerpo de las mujeres.
Al lugar llegan los medios, las cámaras, la policía, curiosos, y grupos feministas. Pero la protesta no es genuina sino circunstancial; de hecho, el hermano de Malcolm, Reese, un joven poco avezado intelectualmente, pero pragmático, piensa esto del movimiento feminista:
“Estas son tonterías, todas estas mujeres están aquí porque están celosas, de que no son tan lindas como para ser striptease”.
Comentarios como el de Reese, pasionales, misóginos, reduccionistas y simplistas, podemos leer todos los días, sobre todo cuando las mujeres protestan.
Por ejemplo, recojo solamente dos al azar de un video de la marcha de la semana pasada en SLP, cuando al grito de “fuimos todas”, las mujeres prendieron fuego controlado a la puerta del Edificio Central de la UASLP:
“Mendigas pandilleras quemar cosas no las hace mejores, sean dignas, trabajen, luchen, griten, pidan hagan lo que quieran pero no dañen, eso no es ser una mujer digna”, opina un sabio de nombre Adrián.
“Vengo de una mujer y gracias a una mujer soy lo que soy, pero estoy en contra de que marchen contra la violencia ellas generando más violencia… valorarse y empoderarse de sí mismas es lo que deberían hacer y lo demás viene por añadidura”, propone un genio llamado Luis que claramente no ha entendido nada.
Estos reclamos están contra el bando equivocado al defender una puerta y un edificio; el enemigo, nuestro enemigo, el de todos los hombres medianamente conscientes, debería ser la violencia contra las mujeres en todas sus formas, pero sobre todo, y a cuento con el episodio de Malcolm que comento, los delitos y la explotación sexual.
Tan solo en un año, la Fiscalía de SLP inicia hasta 10 mil carpetas de investigación relacionadas con violencia sexual; en el Eje Vial, la zona de tolerancia, la oferta de jóvenes mujeres explotadas se renueva cada tanto y nadie se pregunta por qué, la misma Fiscalía admite que tan solo en enero de este años, 18 carpetas de investigación fueron formuladas por la desaparición de niñas de entre 12 y 18 años, que nadie sabe a dónde fueron a parar: une los puntos tú solo, arma el rompecabezas y tendrás la respuesta de su destino.
Dejar de defender, solapar y tolerar el consumo de los cuerpos de las mujeres explotados en centros nocturnos, en prostíbulos, aún con todas nuestras contradicciones y pecados, es lo que deberíamos estar haciendo en lugar de decirles cómo, cuándo y por qué protestar, que es casi lo mismo que ordenarles cómo vestir, con quién hablar o a dónde ir.
En el fondo seguimos viendo el cuerpo de las mujeres como propiedad, como territorio de conquista, algo que podemos comprar. Al hacerlo, además, estamos avalando el poder de las mafias.
Oponerse rotundamente a la pornografía y a las plataformas de venta de contenido denigrante, oscuramente erótico, es una labor política hacia el devenir, pues tarde o temprano, la circunstancia nos explotará en la cara, nos hará caer en una paradoja similar a la de Malcolm, y entonces deberemos elegir de qué lado queremos estar, si en el de las explotadas, o en el de los explotadores.