Leyendas de terror de San Luis Potosí. La Maltos, la bruja de los Arcos de Ipiña

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El Universal.- Una de las leyendas de San Luis Potosí más conocidas se gestó durante la época colonial, cuando la ciudad era un lugar pujante por su riqueza minera.

Historiadores potosinos han recabado relatos terroríficos como el de ‘La Maltos’, una mujer de la alta sociedad que fue bautizada como la bruja de los Arcos Ipiña.

La leyenda se originó luego de asegurar que esta misteriosa mujer asesinó a por lo menos treinta hombres con cargos importantes en el gobierno.

Aunque su nombre real no está claro, el escritor Salvador Solís refiere que la identidad de la bruja es María Ignacia Martínez del Malto, quien pasó a la historia por sus apodos.

¿Quién era La Maltos?

Los potosinos refieren que esta mujer tenía su residencia en la parte alta del edificio de los Arcos de Ipiña, ubicado en la actual calle de Venustiano Carranza #316, en el Centro Histórico; pero en la época colonial tenía el nombre de Calle Maltos, bautizada así en honor del Señor Diego de Malto, quien fue alcalde de la zona de Santiago del Rio.

Cuenta la leyenda que ‘La Maltos’ era una mujer muy poderosa, económicamente y políticamente, muy guapa pero con muy mala suerte en el amor.

Debido a su poder, ocupó cargos en La Santa Inquisición y así decidió el destino de muchas personas, a varios exnovios los condenó a la muerte o les aplicó castigos severos como torturas inimaginables.

Los habitantes sabían de los excesos de la bruja, quien nunca respetó el toque de queda y varias noches realizó paseos por las calles empedradas de la ciudad, a bordo de una carreta conducida por dos caballos negros.

Su objetivo era atemorizar a los moradores, quienes al oír el sonido del carruaje se imaginaban que los caballos, el conductor y la mujer eran seres demoníacos.

Además, se acusó a la poderosa potosina de realizar ritos y brujería negra en su casa.

Sus excesos la condenaron

Al creerse impune, ‘La Maltos’ cometió el error de acusar y condenar a muerte a dos integrantes de familias con más poder que la de ella.

Los inquisidores consideraron este acto injusto y la condenaron a morir en la quema.

Así como le imputaron cargos de brujería y de homicidio; optó por no defenderse y cumplir la orden.

Sin embargo, la mujer tenía un plan en sus manos para evitar la pena y huir.

La quema se debía hacer en la Plaza de los Fundadores, teniendo como testigos a los habitantes de la ciudad.

Antes de ser ejecutada, pidió un último deseo: su petición fue que se le permitiera hacer un dibujo en recuerdo de su vida en su morada. Como aún había autoridades que le estimaban, se le permitió y el Jefe de Policías acompañado del Alcalde, así como escoltas le acompañaron hasta su habitación.

La Maltos comenzó a dibujar una carreta con caballos negros, igual a la que usaba para recorrer las frías noches de San Luis Potosí. Pero una vez terminado, la gente quedó horrorizada cuando vio como aquel dibujo cobraba vida y se salía de la pared.

Esta situación la aprovechó la mujer y ante el asombro de todas las personas, subió a tan horrible carruaje y con un grito, ordenó a los caballos avanzar. Lo más terrorífico fue cuando el carruaje voló hacia la pared para perderse, mientras La Maltos se despedía con una horrible risa.

En la actualidad se menciona que aún se puede escuchar el carruaje de La Maltos recorrer las calles de San Luis Potosí y a veces oyen su terrorífica risa.

 

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