‘Pude ser más grande, pero tomé cocaína’: la íntima entrevista de Maradona con Emir Kusturica

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El cineasta serbio Emir Kusturica siguió durante dos años a Diego Armando Maradona, entre 2005 y 2007, con la intención de documentar el rostro más humano del Campeón del mundo y hacer, le dice “la mejor película jamás hecha sobre tu vida, Diego”.

El mérito de Kusturica no es solo la persistencia de esperar durante horas al ex futbolista, afuera de su casa, en Buenos Aires; sino que se volvió su amigo.

Hubo una gran conexión entre Maradona y Emir, a pesar de que el primero aborrecía el inglés, y el serbio apenas balbuceaba español; acompañados todo el tiempo de una intérprete, ambos se acercaron, por una afinidad, pues descubrieron que sus vidas no eran tan distintas: infancias difíciles en países difíciles, barrios populares, mucha música y cierta perspectiva revolucionaria de la realidad.

Emir lo observó con un sentido paternalista, aunque muy tierno. La primera vez que conversan, le confiesa al argentino que ha llorado en dos ocasiones por su culpa: una, cuando anotó el gol del siglo frente a Inglaterra; y otra, la más dolorosa, cuando jugando para el Barcelona, le anotó un golazo de “sombrerito” al portero del Zvezda, el club local de Belgrado, en la capital de Serbia.

Ambos visitan el viejo estadio, Maradona rememora cada uno de sus movimientos, al anotar aquel gol y después se van a la casa de Emir donde departen en el patio a la sombra, y Diego cuenta historias de su infancia.

Gran parte de la película aborda la postura política del Diego, sus encuentros con Fidel en Cuba, con Chávez en Venezuela, con Evo en Bolivia, y su rechazo al presidente Bush; incluso cuenta cómo se negó a darle la mano al príncipe Carlos de Inglaterra, al considerar que las tenía “llenas de sangre”, por las Malvinas.

La película combina pasajes de la vida del astro, con reflexiones y referencias de otras películas de Kusturica, quien es considerado un cineasta de culto en el cine arte.

En una de sus posturas, Emir propone la explicación consensuada sobre el consumo de drogas del 10, especialmente, la razón por la que se enganchó con la cocaína. Y encuentra que fue una sociedad, un entorno y el ego del “Pelusa”, los que combinados, lo encumbraron en el cielo como si tuviera alas, solo para comprobar que era un mortal más.

Emir confronta a Diego con la cámara en varias ocasiones, pero la cumbre de esas entrevistas, la logra en un set que parece un taller mecánico, con un camión y herramienta de fondo; Diego Armando sentado en una silla giratoria de oficina, vestido con un short y playera negra, hace una de sus confesiones más estremecedoras.

Al borde de las lágrimas y con los ojos dirigidos a Claudia Villafañe que lo mira desde el fondo, su novia desde la adolescencia, con quien procreó dos hijas y que soportó todas sus traiciones y malos ratos, Diego le dice:

“Me queda el mal sabor de boca, que hubiese sido mucho más de lo que soy; te puedo asegurar que sí (…) nací dentro del fútbol y ya sabía lo que iba a hacer, lo que no sabía es que iba a tomar cocaína; sabía que iba a comprarle la casa a mi mamá, que me iba a casar, que iba tener mi familia, que iba recorrer el mundo, que iba ser campeón con Argentina, está grabado; sabía todo eso, lo que pasa es que después, esto me arrastró un montón de cosas que hoy lamentablemente, siento culpa adentro”.

La secuencia termina genialmente con el recibimiento de Manu Chao, cantando “Si yo fuera Maradona”, en una de las tantas ocasiones en que Diego volvía a su casa después de un nuevo intento de superar su adicción.

 

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