Por qué se nos olvidan cosas cuando abrimos una puerta

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A todos nos ha pasado alguna vez. Correr escaleras arriba para ir a buscar las llaves, pero olvidarte de qué era lo que ibas a ir a buscar justo cuando entraste en la habitación.

BBC.- Abrir la puerta de la nevera y tratar de alcanzar el estante del medio, y darte cuenta de que no logras recordar por qué abriste la nevera.

O interrumpir a un amigo y encontrar que el urgente asunto que nos hizo interrumpirle se desvaneció de nuestra mente justo cuando íbamos a hablar: “¿Qué es lo que te iba a decir?”, preguntamos a nuestro confundido interlocutor, quien a su vez se pregunta “¿cómo puedo saberlo?”.

Se conoce también como el “efecto umbral” y revela algunas características importantes sobre cómo se organiza nuestra mente.

Múltiples niveles

Comprenderlo podría ayudarnos a entender esos momentos de olvido temporales como algo más que una molestia.

Pero estas características de nuestra mente tal vez se ilustren mejor con una historia sobre una mujer que conoció a tres albañiles durante la hora del almuerzo.

“¿Qué haces hoy?”, le preguntó al primero.
Una nevera abierta

“Estoy colocando un bendito ladrillo encima de otro”, suspiró el primero.

“¿Qué haces hoy?”, le preguntó al segundo.

“Estoy construyendo un muro”, fue su sencilla respuesta.

Pero el tercer albañil se hinchó de orgullo cuando le preguntó, y contestó: “¡Estoy construyendo una catedral!”.

Tal vez entendiste la historia como una motivación para pensar en una visión más global de las cosas pero, para el psicólogo que hay dentro de ti, la lección fundamental es que cualquier acción debes comprenderla desde múltiples niveles si quieres desarrollarla con éxito.

Puede que el tercer constructor tenga la visión más inspiradora sobre su día de trabajo, pero nadie puede construir una catedral sin aprender primero cómo colocar un ladrillo sobre otro adecuadamente, como el primer albañil.

A medida que avanzan los días, nuestra atención oscila entre estos niveles; de goles y ambiciones a planes y estrategias; y a otros niveles más bajos, como acciones concretas.

Atención fluctuante

Cuando las cosas nos van bien, a menudo en situaciones que nos resultan familiares, centramos nuestra atención en lo que queremos y el cómo lo hacemos parece gestionarse por sí mismo.

Si eres un conductor experto, manejas los cambios, los indicadores y las ruedas de forma automática, y tu atención queda normalmente captada por asuntos menos rutinarios, como navegar entre el tráfico o conversar con tus pasajeros.

En el momento en que las cosas son menos rutinarias, tenemos que dirigir nuestra atención a lo que estamos haciendo, extraer a nuestras mentes de la perspectiva global por un momento.

Y por eso hay una pausa en la conversación cuando el conductor atraviesa un cruce de caminos complicado o el motor comienza a producir algún sonido extraño.

La manera en la que fluctúa nuestra atención en la jerarquía de la acción es lo que nos permite desempeñar comportamientos complejos, que se unen en un plan coherente a través de múltiples momentos, en múltiples lugares o requiriendo múltiples acciones.

El efecto umbral ocurre cuando nuestra atención oscila entre niveles y refleja la dependencia en nuestros recuerdos –incluso los recuerdos de que lo estábamos a punto de hacer- en el entorno en el que nos encontramos.

Plan vs estrategia

Imagina que estás subiendo por las escaleras para ir a buscar las llaves y te olvidas que son las llaves lo que ibas a ir a buscar tan pronto como entras en el dormitorio.

Psicológicamente, lo que ocurre es que el plan (“las llaves”) fue olvidado incluso en el medio del desarrollo de una parte importante de la estrategia (“ir a la habitación”).

Y probablemente el mismo plan es parte de un plan mayor (“prepararme para salir de casa”), el cual es parte de planes en una escala cada vez mayor (“ir a trabajar”, “mantener mi trabajo”, “ser un ciudadano productivo y responsable” o cualquiera que sea el plan).

Cada escala requiere poner atención en algún momento dado.

En algún lugar mientras gestionábamos esta compleja jerarquía, la necesidad de ir a buscar las llaves se asomó en nuestra mente y, como un artista circense que coloca sus platos en el palo giratorio, tu atención se centró en ello el tiempo suficiente para construir un plan, pero entonces pasó al siguiente plato (esta vez, mientras caminabas hacia la habitación y te preguntabas quién dejó su ropa de nuevo en las escaleras, o qué vas a hacer cuando vayas al trabajo, o una de las millones de cosas que necesitamos hacer en nuestra vida).

Y a veces (la mente) falla al hacer girar los platos.

Nuestros recuerdos, incluso nuestras metas, están integrados en redes de asociaciones.

Una persona con un cordón atado en un dedo

Éstos pueden encontrarse en el entorno físico del cual formamos parte, por eso cuando revisitamos nuestro lugar de infancia nos viene a la memoria una avalancha de recuerdos previamente olvidados.

O pueden estar en el entorno mental, el conjunto de las cosas en las que estábamos pensando cuando aquello vino a nuestra mente.

El efecto umbral ocurre porque cambiamos los entornos físicos y mentales, trasladándonos a una habitación diferente y pensando en cosas distintas.

Ese objetivo ideado a toda prisa, que era probablemente sólo un plato entre los muchos que tratábamos de hacer girar, queda en el olvido cuando el contexto cambia.

Es una oportunidad para entender cómo coordinamos acciones complejas, encajando planes con acciones de manera que –la mayor parte del tiempo- nos permitan colocar los ladrillos adecuados en el lugar correcto para construir la catedral de nuestras vidas.

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