El Mundo.- El bluetooth es una tecnología ampliamente asentada en nuestras vidas desde hace ya casi 10 años. Es universal y se emplea para compartir archivos, conectar accesorios, escuchar música y prácticamente de todo en móviles, ordenadores y videoconsolas de hoy en día. Y su nombre, si te suena a rey vikingo… pues tienes toda la razón del mundo.
Allá por 1989, en Ericsson Mobile empezaron a trabajar en un sistema que permitiera conectar auriculares sin cables a dispositivos de todo tipo. Nils Rydbeck, director de tecnología, y Johan Ullman, ingeniero de la empresa, fueron los principales responsables del proyecto.
Tardaron lo suyo y hasta 1997 no tuvieron éxito, pero consiguieron crear un sistema de comunicación inalámbrica de corto alcance que funcionase sobre la banda ISM, que cuenta con frecuencias reservadas para fines no comerciales y sobre las que pueden funcionar algunas emisiones de Wi-Fi y el bluetooth. Y lo más importante de todo, que el resto de empresas que trabajaban en algo similar se unieran con el fin de tener un estándar común.
Por interesante que puedan ser los orígenes técnicos del bluetooth, más interesante es la razón por la que se llama ‘diente azul’. No es como si las empresas tecnológicas tuvieran siempre un nombre técnico y profundo (Apple es un ejemplo perfecto de ello), pero no es la norma.
‘Bluetooth’ es una versión anglicana del epíteto ‘Blatand’, con el que se conocía a Harald Gormsson, un rey de Dinamarca que unificó el reino en el siglo X, que lo convirtió al cristianismo y que tenía la afición demasticar arándanos.
Esto último es importante, porque su apodo viene del color azul del que se tenían sus dientes tras comer los frutos, pero el rey pasó a la historia porque puso de acuerdo a todas las tribus del reino para que lo reconocieran como único líder. Lo de poner de acuerdo es una forma suavizar de decirlo, porque hizo falta recurrir a la violencia, pero lo hizo. Larga vida al rey Bluetooth.
Pero ni Rydbeck ni Ullman eran expertos en historia nórdica, ni tampoco eran los únicos trabajando en una tecnología inalámbrica para conectar dispositivos. Su nombre para este estándar no era nada del otro mundo: iban a llamarlo PAN, Personal Area Network. Y además de no ser nada pegadizo, los abogados de la compañía vieron otro problema: iba a ser imposible registrar una marca con un nombre tan genérico.
Aquí es donde entra en juego Jim Kardach, un empleado de Intel que estaba trabajando en una tecnología parecida para conectar móviles y ordenadores y que se sumó al proyecto de Ericsson durante su desarrollo. Y por aquel entonces, el ingeniero estaba leyendo la novela ‘The Long Ships’, escrita por Frans G. Bengtsson y que gira en torno a la tensa situación política durante el reinado de cierto rey con los dientes azules.
Así fue como Kardach estableció una conexión rápidamente: del mismo modo que Bluetooth quería unificar al pueblo danés, la tecnología en la que trabajaban iba a unir a todos los teléfonos del mundo por un mismo estándar. Y así pasaron del PAN al bluetooth.
No acaba aquí la curiosa conexión entre un rey vikingo y la nueva tecnología. El nombre de Harald Bluetooth se expresaba en escritos por sus iniciales, la H y la B, o ‘hagall’ y ‘bjarkan’ en el sistema de runas escandinavas. Y de la fusión de ellas dos nace un logo que todos conocemos:
El bluetooth tardaría unos años en convertirse en algo popular y compartido por todas las empresas del mundo, pero desde un principio estaba protegidas por la Bluetooth Speciel Interest Group, o SIG, una entidad privada sin ánimo de lucro que vela por la propiedad intelectual y el buen uso de la tecnología.
A día de hoy, Apple usa el bluetooth para conectar sus populares AirPods, del mismo modo que lo hace cualquier fabricante de auriculares inalámbricos del mundo. La versión 4.0 del estándar es la más popular, si bien muchos móviles ya incluyen bluetooth 5.0 para conseguir un sonido de mayor calidad y un rango de distancia mayor.