Sopitas.- Desde el segundo trimestre de este 2023 hemos escuchado que la inflación en México ha ido disminuyendo. Es decir, va a la baja mientras que vemos las noticias sobre la apreciación del peso mexicano frente al dólar. Y sin embargo, en medio de estas buenas noticias, están nuestros bolsillos que nos muestran que nomás los precios no disminuyen…
Algunos siguen con sus trancazos a la economía de las familias. ¿A qué se debe este efecto? ¿Por qué si el peso mexicano está fuerte ante el dólar y la inflación va a la baja, no se refleja en los precios de distintos productos?
¿Por qué si el peso está fuerte y la inflación disminuye, los precios no?
Hay un montón de factores que giran en torno a esto —así como lo fue en su momento con el aumento de la inflación, ¿se acuerdan? La pandemia de COVID o la guerra entre Rusia y Ucrania.
Pero antes de avanzar, recordemos un poco qué rayos con la inflación. ¿Qué significa? —y luego nos seguimos con su relación con el peso.
La inflación es el aumento sostenido —y generalizado— de los precios de los bienes y servicios de una economía durante un largo tiempo.
(Ojo, el aumento de un sólo bien o un servicio no es considerado como inflación ni tampoco cuando los precios de una economía aumentan una sola vez y ya… No lo decimos nosotros, sino el Banco de México).
La pandemia de COVID vino a encarecer los precios de productos, servicios y bienes. Y más tarde llegó otro trancazo a nuestros bolsillos —a los de todo el mundo— por la guerra entre Rusia y Ucrania, con el alza del precio de los granos o el trigo.
La inflación va a la baja en 2023
La mañana del 24 de julio, el Inegi publicó el reporte del Índice Nacional de Precios al Consumidor de la primera quincena de… julio.
Y llegó una buena noticia: por quinta ocasión consecutiva la inflación se mantuvo a la baja, en 4.97% —y chequen nada más, en este mismo periodo pero de 2022 la inflación anual fue de 8.16%.
Si nos ponemos más quisquillosos con la información del Inegi, también podemos cachar que la tasa del índice de precios subyacente aumentó quincenal y anualmente, en 0.24% y 6.76%
(Entendiendo como índice subyacente a los bienes y servicios cuya variación de los precios responde a las condiciones de mercado).
Mientras que el índice de precios no subyacente tuvo un aumento de 0.44% quincenal y una disminución del 0.97% anual.
(El índice no subyacente son aquellos bienes como alimentos sin procesar, energéticos o tarifas autorizadas por el gobierno y cuyos precios no responden al mercado, sino a la regulación de las mismas autoridades).
Ok, ok y, ¿cómo lo relacionamos con el peso mexicano y el dólar?
Muy lejos de lo que alguna vez dijo cierta conductora de televisión, los cambios en el tipo de cambio sí que impactan en nuestra economía. ¿De qué manera?
Basta con decir que contar con una moneda fuerte ayuda a la economía en términos de importaciones y exportaciones.
En cuanto a las importaciones, el economista y colaborador de El Financiero Benito Solís lo ha explicado así: la apreciación del peso en el mercado reduce los precios de las importaciones.
Es decir, las empresas no tienen que pagar tanto por los productos gabachos porque el dólar está por abajo de la barrera de los 17 melones. Y, por lo tanto, acá en México se paga menos por los productos importados —y en teoría, los precios de ciertos productos deberían mantenerse estables.
En cuanto a las exportaciones, con el aumento del valor del peso en el mercado extranjero, hay un riesgo de que las empresas gabachas o extranjeras eviten comprar productos mexicanos porque les salen caros.
Sin embargo, esto provocaría que los mismos productos mexas vean en el mercado local su salida para venderse. La oferta se incrementa y, por ende, se reduce su costo.
Aunque ojo: si bien el peso ayuda, lo cierto es que no actúa como regulador de la inflación ni tampoco como su solución.
Peeeeeeeero
Muy bonito y todo pero cuando vamos al mercado seguimos viendo que el precio del kilo de aguacate sigue carísimo de París o los servicios turísticos y transporte aéreo no bajan sus precios, al contrario, aumentan. ¿Por qué?
Va la primera razón: porque es bien difícil que los precios de determinados productos regresen a los niveles prepandemia o previo a la guerra entre Rusia y Ucrania.
Ahí giran factores e intereses globales de oferta y demanda, por los que no podría haber marcha atrás, a menos que pasara el buen sueño del abogado Lionel Hutz, de los Simpson, del mundo sin abogados, tomados todos de la mano.
Esa es una. La otra es porque pese a que los datos nos dicen que la inflación va en disminución, no significa que los precios de los bienes y productos no sigan aumentando.
Ya lo vimos con los índices subyacentes y no subyacentes —y sus respectivos aumentos.
Lo que sucede es que vemos que el aumento sigue pero en un menor porcentaje y es ante este que los consumidores continúan cediendo su poder de compra.
Lo ideal es que con esos datos de la inflación, los precios también fueran disminuyendo a la par, pero no es así.
Y tal vez aquí se pregunten: Ok, pero si me dices que la inflación y los precios no van a la par, entonces, ¿qué rayos mide el Inegi?
El Índice Nacional de Precios al Consumidor es un indicador económico global cuyo objetivo es medir —a través del tiempo— la variación de los precios de una canasta de bienes y servicios que represente el consumo de los hogares de un país, como el de México.
Sin embargo, como ven, se trata de un indicador general y que no representa los gastos específicos de un determinado hogar.
Por ende, la situación de cada hogar maneja también una inflación específica y diferente, aparte de la general —la que vemos en los reportes mensuales del Inegi.
La deflación y sus posibles consecuencias
Regresemos al sueño de un mundo mejor de Lionel Hutz. ¿Qué tendría que pasar para que la inflación disminuyera cañón?
Estaríamos ante una deflación. Sus causas son varias, pero todas suelen estar relacionadas con la reducción de la oferta de dinero y en la demanda de bienes o de una mayor producción.
Si los precios bajan, explica Banxico, el valor real del dinero aumenta, lo que es bueno para la gente consumidora.
Pero si esto se prolonga, podría provocar que los consumidores posterguen su gasto a la espera de precios aún más bajos.
Y esto provocaría una disminución en la demanda de los bienes y servicios, haciendo que las empresas produjeran menos y que terminaran por despedir a sus empleados.
En pocas palabras, estaríamos ante el aumento del desempleo y, a su vez, a una recesión —por la disminución generalizada de la actividad económica durante un tiempo prolongado, como lo que vimos en los años más cañones de la pandemia de COVID y que todo gobierno quería evitar.
Así las cosas con la inflación, el peso ante el dólar y nuestros bolsillos.