El gobierno federal debe complementar los cambios en la ley de salud con un reglamento con la normativa que limita el contenido de grasas trans en alimentos y bebidas.
Expansión.- México continúa restringiendo el consumo de ingredientes considerados perjudiciales para la salud. Después de la implementación de las modificaciones en la normativa de etiquetado frontal en 2021, que obliga a los fabricantes de alimentos y bebidas a advertir el exceso de sodio, calorías, grasas y azúcares de sus productos, el gobierno federal ha ampliado su enfoque para abordar los alimentos que contienen grasas trans añadidas.
Estos cambios en la Ley General de Salud son una respuesta a las observaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde 2018 solicitó eliminar por completo las grasas trans en la producción industrial de alimentos para finales de 2023.
Las nuevas modificaciones, que entraron en vigor el 20 de septiembre, establecen que los aceites, grasas comestibles, alimentos y bebidas no alcohólicas destinados al consumo público no pueden contener niveles elevados de grasas trans añadidas durante su proceso de fabricación.
“Los alimentos, bebidas no alcohólicas, aceites y grasas no podrán exceder dos partes de ácidos grasos trans de producción industrial por cada cien partes del total de ácidos grasos”, dice el decreto.
Productos como papas procesadas, pasteles, helados, donas, galletas, pollo frito, aperitivos, manteca vegetal y algunas bebidas envasadas, como jugos artificiales o bebidas con aceite de coco, han incorporado este ingrediente en su fabricación. Desde 2021, los fabricantes únicamente estaban obligados a llevar poner el sello octagonal que advierte sobre la presencia de grasas trans.
Pero esta prohibición es sólo el primer paso de una serie de cambios en la normativa. Aún queda por definir por parte del gobierno federal el reglamento que permitirá la aplicación de esta ley, así como posibles sanciones para las empresas que no cumplan con las nuevas regulaciones.
Estos cambios normativos tendrán un impacto significativo en las reformulaciones de alimentos y bebidas procesados. Aunque resulta complejo prever con precisión cómo afectarán a esta industria debido a la falta de detalles sobre la regulación, se anticipa que, siguiendo el patrón observado con la introducción del etiquetado frontal, las empresas ajustarán las recetas de sus productos para cumplir con los nuevos requisitos.
“La gran mayoría del impacto va a ser la reformulación de los productos, no tanto la multiplicación de versiones que sólo terminan confundiendo al consumidor”, dice Carlos Hermosillo, analista bursátil independiente.
El cambio en los ingredientes de los productos requiere de un proceso de innovación, del que las empresas deben asumir el gasto, con el reto de que las nuevas formulaciones pasen desapercibidas para los consumidores.
Para aquellas empresas que ya han realizado reformulaciones para reducir el número de sellos en el etiquetado frontal de sus productos, Hermosillo prevé que “el impacto en costos debería ser marginal”.
Hasta ahora, ninguna empresa o cámara empresarial ha emitido alguna postura respecto a la entrada en vigor de la nueva medida, aunque es posible que esto se deba a que aún no hay un reglamento para la aplicación de los cambios normativos por parte de la autoridad.
¿Qué son las grasas trans y cuál es su impacto en la salud?
Las grasas trans se originan a partir de la transformación de aceites líquidos en grasas sólidas, como manteca o margarina, por parte de los fabricantes de alimentos y bebidas. Conforme a la Organización Mundial de la Salud (OMS), las grasas trans tienen la capacidad de elevar los niveles de colesterol y promover su acumulación en las arterias, lo que conlleva al desarrollo de enfermedades cardíacas y al sobrepeso.
A nivel global, aproximadamente 800 millones de personas padecen obesidad mórbida, y según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), alrededor de 50 millones de adultos en México se encuentran en la categoría de sobrepeso u obesidad.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en México ha señalado que el país enfrenta uno de los índices más altos de obesidad entre niños y adolescentes, en parte debido a la accesibilidad generalizada de alimentos chatarra y bebidas azucaradas en escuelas y espacios públicos.