Caminábamos de un lado a otro, caras escépticas, nerviosas, bromeábamos, peleábamos entre nosotros para apropiarnos de las primeras sillas frente a la rueda de prensa -para tomar la mejor foto, vídeo, audio, o simplemente para hacernos los aparecidos- que había convocado la entonces Secretaria de Salud, Mónica Liliana Rangel Martínez, un 13 de marzo del 2020 para confirmar el primer caso de Covid-19 en San Luis Potosí. A dos años de distancia, lo que más se recuerda son los rostros de angustia y lamento de los integrantes del Comité Estatal para la Seguridad en Salud, y de los reporteros, las caras de incredulidad de un fenómeno que estaba a horas de aquí, en Europa y Asía.
La entonces titular de los Servicios de Salud, SES, se rodeó de sus alfiles políticos en salud, para explicar parte de la magnitud de lo que ocurría en el entorno sanitario mundial, mismo que las propias autoridades desconocían, a tal grado que usar mascarillas todavía no era una costumbre.
La cita ocurrió en el lejano Centro Estatal de Convenciones, ese al que no puedes llegar en transporte público, en el segundo piso, los reporteros corrían tras los jefes de prensa para preguntarles el motivo de la convocatoria, aunque nadie lo explicaba. Las reporteras que decían tener el teléfono y confianza del ex director de Salud Pública, Miguel Lutzow juraban que les había confirmado la llegada de la enfermedad.
Sin embargo, fue hasta que la mera, mera, declaraba lo siguiente “esta tarde, el Laboratorio Estatal de Salud Pública de la Secretaría de Salud, confirmó la presencia del virus SARS-CoV-2 en una muestra tomada de una paciente mujer de 53 años con antecedente de viaje a España e Inglaterra en las últimas dos semanas de su estancia fuera de México. La persona es residente de la capital del Estado y durante su viaje, visitó las ciudades de Madrid, Málaga, Granada, Londres, y luego de un día de su regreso a San Luis Potosí el pasado 10 de marzo, comenzó a mostrar sintomatología el día 11 en la tarde-noche. Abrimos de inmediato los protocolos de aislamiento y vigilancia a partir de identificarlo como caso sospechoso, a fin de minimizar los riesgos de transmisión”.
Esa noticia, fue como echarnos un balde de agua helada a la cara, al menos a los medios que desde tiempo atrás, ya habíamos oído de la importancia y magnitud de esta enfermedad. Más fuerte fue el coletazo, que a los quince días nos sorprendió porque se registró la primera muerte por Coronavirus, hecho que a todos nos cimbró y comenzamos a creer que la enfermedad se esparcía como reguero de pólvora. Anunciaban en lo que comenzaron a ser los comunicados de prensa virtuales “la Secretaría de Salud informa que a las 07:10 de la mañana falleció el paciente con diagnóstico de neumonía, por influenza, Covid-19, por una complicación pulmonar bacteriana quien se deterioró durante su estancia y fue deteriorando su estado de salud por la madrugada, lamentablemente se agravó por sus antecedentes clínicos y enfermedades concomitantes”.
Se trataba de un hombre de 70 años de edad que se mantenía hospitalizado en el área de especialidad del hospital privado de la Bene San Luis, que pocos supieron que era un maestro jubilado de la sección 52 del SNTE.
En ese entonces, el miedo a caer en la enfermedad, obligaba a las autoridades a jurar y perjurar que con que hubiera un solo caso de la enfermedad, nos mantendríamos con extremos protocolos de sanidad; entre ellos, el cierre a negocios, empresas, actividades sociales y escuelas. Escenarios muy distantes de la actualidad, ya que hoy poco importa que en los centros escolares haya alumnos y maestros enfermos o que en los centros de trabajo haya empleados laborando con todo y síntomas. Además de que los hospitales estén sobresaturados de pacientes. Al fin y al cabo ya tenemos las tres dosis para inhibir los agresivos y letales síntomas. Podría decirse que la enfermedad nos hace los mandados.
Al menos parece que eso es lo que piensa ese 40 por ciento de la población que le ha costado mucho trabajo aceptar el proceso de vacunación y aunque vieron caer muertos en las puertas de hospitales, que no hay familia que se salve de contar con un caso, siguen renuentes o amachados a que el Sars-Cov-2, no existe.
Mediáticamente, ya nadie se pelea la exclusiva, incluso la nota de las cifras ya no está en las portados y ha habido medios de comunicación que ya ni retoman los números, como minimizando la situación que al día de hoy prevalece. Los reporteros ya no se sorprenden, tampoco se especializan en la enfermedad, que en el caso de San Luis Potosí ha afectado a 177 mil 104 potosinos y que ha dado muerte a 7 mil 517 hombres y mujeres.
Atrás, en el camino se quedaron esas excesivas ganas de ganar la nota, de ser el primero en confirmar las muertes, las autoridades ya no hacen su comunicado virtual, ya no hablan de lo que ocurre, prefieren ser omisas y callar –señalar si es o no ético, está de más y es otra materia-; tampoco lucen, quizás, por ello, muchos van en las calles y camiones, sin cubrebocas y sin control acuden y organizan tremendos fiestones en la zona sur de la ciudad, hacen de las suyas; al fin y al cabo ya la libraron y nos vamos a quedar… con el aquí no pasó nada.