El Financiero.- Los casos de bullying en el mundo se incrementan y en México la situación es alarmante: siete de cada 10 niños y adolescentes lo sufren, reportó un estudio oficial de la organización no gubernamental internacional Bullying Sin Fronteras para América Latina y España.
De acuerdo con el estudio oficial de la organización para América, Europa, Asia, Oceanía y África, realizado de enero 2021 a febrero de 2022 con el apoyo de 20 prestigiosas universidades del mundo, los casos de bullying en el planeta continúan en aumento: seis de cada 10 niños sufren todos los días algún tipo de acoso y ciberacoso.
Esa práctica es causante directa de más de 200 mil fallecimientos cada año, por homicidio o inducción al suicidio.
El crecimiento del fenómeno es “explosivo” en los últimos años: 180 mil casos graves de bullying y ciberbullying en ese lapso, colocan a nuestro país con mayor cantidad de sucesos en el orbe.
Los otros dos son Estados Unidos, con seis de cada 10; y China, 5.8 por cada 10. La coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Violencia Escolar de la UNAM, Nelia Tello Peón, refiere: estamos ante un problema fuerte que está en todos lados, que no es de ahora, y que debemos revertir.
Para erradicarlo se necesita cambiar comportamientos, la manera en que nos relacionamos con los otros.
Es urgente aprender a construir sociedades en la convivencia. “En vez de usar mi fuerza para destruirte, debo usarla para construir junto contigo, pero para eso tengo que aceptar que eres diferente a mí, que tus expresiones y fortaleza son distintas a las mías y que se complementan. Solo así podremos construir de verdad una sociedad más humana”, recalca la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la Universidad Nacional.
En ocasión del Día Mundial contra el Acoso o Bullying, que se celebra el 2 de mayo, la exdirectora de esa entidad académica menciona que no sabemos construirnos como una sociedad entre iguales, porque nadie nos enseña.
Por el contrario, varios tienen la idea de que es “malo”, “extraño” o “ajeno” ser diferente, y eso “hay que desaparecerlo”.
Dominio y sumisión
El acoso escolar, explica Nelia Tello, es una forma específica de violencia continua entre iguales, caracterizada por una relación de dominio y sumisión con un vínculo de orden emocional presente.
No se trata de un hecho aislado, sino que acontece de forma persistente y provoca ansiedad en los participantes.
Una persona que sufre y ejerce bullying generalmente ha vivido ese tipo de relaciones en su familia; se trata de comportamientos que se aprenden.
La experta precisa que no se aprende a relacionarse entre iguales en el entorno familiar, vecinal, comunitario, laboral, etcétera. “Una organización jerárquica funcional la convertimos en una jerarquía humana”.
Por lo general, subraya, el agresor está rodeado de un grupo que lo sigue, apoya y lo hace más fuerte en la presencia del acosado.
“Las personalidades débiles no se ven, se vuelen difusas, indiferentes para los demás, pero en el momento en que están en una situación donde son el centro de atención, es como si comenzaran a existir, pero de manera muy peligrosa, con miedo e incertidumbre”. Este fenómeno, reitera la experta, es de siempre por la presencia de una persona fuerte y una débil.
“Antes hablábamos del ‘puerquito del salón’, y no era algo vergonzante. Hoy, por lo menos, es reconocido”.
Parecía que este fenómeno tenía su máxima expresión en el nivel secundaria. Sin embargo, se registra además en las primarias, con otras formas y expresiones, quizá con menos intensidad emocional, así como en el bachillerato y las universidades.
Ahora que lo reconocemos vemos que se ha extendido y hay que preguntarnos por qué, alerta Tello Peón. “Tengo el supuesto de que los dos años de socialización que nos ‘comió’ la pandemia han agudizado el bullying, porque en ese tiempo no se desarrollaron las habilidades sociales y emocionales, las que nos permiten interrelacionarnos con el otro de manera que tengamos una convivencia más igualitaria y solidaria. Vivimos dos años de mucha tensión, angustia, incertidumbre, pero sobre todo tuvimos pérdidas, miedo de enfermar cuando no había un lugar en los hospitales, y nos sentimos vulnerados por el otro”, asevera.
El acoso escolar tiene raíces en este ambiente que vivimos, en una sociedad violenta en donde la muerte, el balazo y los jalones de cabello se presentan a diario, destaca la académica de la ENTS.
En el pasado, esta práctica concluía junto con las clases, pero ahora, debido a las redes sociodigitales, prosigue, se hace grande y llena de angustia la vida de la víctima.
“El anonimato, las redes, la rapidez con que ocurre, ayudan a su crecimiento”, resalta. Incluso, se habla de una “pandemia de bullying”, porque nos invade.
“Nos encanta el dominio, ese es el problema. Pero nos tiene que dejar de gustar la desigualdad y la jerarquía, y aceptar que para vivir en una sociedad más equitativa y sin violencia, lo nuestro debe ser la construcción con el otro”.
El acoso, acota la académica, está tipificado como un delito en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, donde también se establecen sanciones.
Esas situaciones deberían estar bajo control social, pero como así no ha funcionado, se han vuelto de control legal.
Para prevenir el acoso escolar se requiere que haya suficientes docentes y un equipo de atención multidisciplinario; es decir, a los profesores se deben sumar psicólogos y trabajadores sociales capacitados, como establece la Ley.
“Hemos insistido que todas las escuelas deben contar con un trabajador social, porque los problemas que suceden ahí son sociales, y atender a tiempo los conflictos, antes de que sean noticia y escándalo”. En tanto, los padres de familia y el resto de la sociedad deben dejar de guardar su indignación en lo personal y volverla colectiva.
Tello Peón recuerda que en el 2000 realizó un estudio en secundarias, el cual arrojó que 78 por ciento de jóvenes encuestados decía que no había violencia en su escuela. Antes de la pandemia el porcentaje era de 17 por ciento; “con ellos hay que trabajar, porque quienes no son capaces de verla, son quienes más la reproducen”.