Desbandada general en el PRI: la enésima (y profunda) crisis del histórico partido mexicano

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La salida de centenares de militantes, líderes regionales y pesos pesados descontentos con la dirigencia de Alejandro Moreno agita la formación. Voces de la vieja guardia señalan parecidos con la ruptura en 1987 de Cárdenas y Muñoz Ledo

El País.- Algunos lo describen como un precipicio, otros como el inicio del fin. El histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México se enfrenta al mayor desafío que ha tenido en los últimos años: sobrevivir a su enésima crisis. Centenares de militantes, líderes regionales y políticos con cargos abandonaron en los pasados días las filas de la formación tricolor, “el partido de sus vidas”, como lo han descrito. Muchos lo han hecho “con mucho dolor” por dejar una institución en la que crecieron no solo ellos, sino sus padres y abuelos. Quienes se han marchado, antes de cerrar la puerta, han apuntado el dedo contra su mayor verdugo, el dirigente nacional del PRI, Alejandro Alito Moreno. Quienes se han quedado han optado por bajar la mirada y apelar a la lealtad del jefe. Solo unos pocos aún entre sus filas se animan a calificar esta como la peor y más profunda crisis que haya tenido el partido en sus casi 100 años de historia.

El último portazo lo dieron esta semana unas 320 personas, lideradas por cuatro senadores, entre los que se encontraba Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Un personaje que dejó el PRI después de defender la bandera por más de 30 años. Con él se fueron otras figuras que la política mexicana nunca imaginó por fuera del tricolor, como Eruviel Ávila, el exgobernador del Estado de México, la entidad que le erigió dentro de la formación; o la senadora Claudia Ruiz Massieu, que dirigió el partido al igual que lo hizo su padre, José Francisco Ruiz Massieu, en los noventa. El fin de semana pasado se fueron también unos 150 militantes del Estado de Hidalgo, uno de los bastiones históricos. La respuesta a la dimisión masiva fue el enojo. Moreno arremetió contra los salientes por “no tener vergüenza”, y dijo que pondría las renuncias en un bote de basura.

La enésima crisis del PRI comenzó a gestarse en 2019, después del nombramiento del exgobernador de Campeche al frente de la dirigencia. Priistas de la vieja guardia relatan a este periódico cómo, tras asumir el cargo, Moreno empezó a acumular funciones y amasar poder. “Cuando Alito se hizo con la presidencia, yo avisé que era la crónica de una muerte anunciada”, dice Francisco Labastida, un antiguo dirigente priista que fue candidato presidencial en 2000.

La acumulación de poder sucedió al mismo tiempo que el tricolor enfrentaba una serie de pésimos resultados en las urnas. En los comicios de 2021 perdió representación en las dos Cámaras del Congreso y salió derrotado en las 15 elecciones a gubernaturas. El año siguiente, solo retuvo un Gobierno estatal, Durango, de los seis que se elegían. El pasado junio retuvo Coahuila, pero perdió su histórico bastión, el Estado de México.

Delfina Gómez festeja su elección como próxima gobernadora del Estado de México, el 4 de junio de este año.

Los malos números empujaron a nueve expresidentes del PRI a enviar una carta a Moreno para pedirle que “reflexionara” sobre el “momento especialmente delicado” que atravesaba el partido. La vieja guardia priista se movilizó y comenzó a presionar por su salida. Alito respondió atrincherándose y esquivando los dardos que lanzaban los históricos referentes del partido.

Las derrotas se sumaron a los escándalos que protagonizó el presidente del partido. La Fiscalía General de la República anunció entonces que le investigaba por enriquecimiento ilícito, fraude fiscal, tráfico de influencias, lavado de dinero y desvío de fondos. Luego llegó el audiogate, una filtración de varias conversaciones privadas en las que denostaba a la prensa, hacía alarde de presionar a los empresarios y anticipaba sus jugarretas para extender su presidencia hasta las elecciones de 2024.

En el antiguo PRI ha sacado sarpullido la cercanía que mostró la dirigencia en este sexenio con el gobernante Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Bajo el mando de Alito, el PRI fue clave para que el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador sacara adelante reformas prioritarias en su Administración. Esa proximidad llegó a poner en jaque la alianza con los socios de la oposición, los mismos con los que el próximo año buscará ganar las presidenciales.

Jesús Zambrano, Alejandro Moreno Cárdenas y Marko Cortés en la Reunión Plenaria de la alianza Va por México, el 30 de agosto de 2022.

“Lo que ha sucedido con el PRI desde 2020 ha sido un proceso de concentración del poder que ha empobrecido la vida interna del partido”, cuenta Dulce María Sauri, exdirigente del tricolor. La también exgobernadora de Yucatán hace memoria y no recuerda ninguna crisis similar a la que atraviesa el partido hoy. Solo se le viene a la cabeza la fractura que provocaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987, cuando rompieron y se fueron del partido. “La situación actual puede ser minorizada, puede ser ridiculizada, pero eso no ayuda en absoluto. Lo menos que haría yo si fuera la dirigencia sería preocuparme”, dice Sauri.

El círculo de Moreno ha defendido la idea de que “se vayan los viejos” y que eso abre la puerta a una nueva generación supuestamente menos marcada por la corrupción. “Quienes hoy se van del PRI, lo hacen porque saben que en este partido se acabaron los militantes de primera y de segunda, y se acabó darle espacio a los que chantajean y nunca trabajan por la militancia. El PRI no volverá a ser de quienes solo buscan el cargo y se sienten intocables”, dijo Alito en un video esta semana. La respuesta ha generado mucho rechazo en quienes se quedan, que ven en la falta de autocrítica el gran problema. “La dirigencia está cayendo en la soberbia”, reclama Sauri.

El diagnóstico de algunos priistas apunta que el mayor problema del PRI es la pérdida de poder territorial. Esa merma ha quedado retratada en el mapa político de México, que en los últimos 10 años se ha pintado de guinda, el color de Morena, y ha reducido al tricolor a apenas dos Estados. El daño también se registra en lo que Sauri llama “la migración silenciosa”, que es el abandono de militantes que prefieren marcharse a otros partidos. “Me preocupa el desaliento del priismo en los municipios, en los Estados, en sitios donde el PRI hoy se mantiene activo”, comenta la exdirigente.

No es la única que pone el ojo en las salidas que no llegan a la prensa. “Quizá no sean renuncias formales, pero muchos van a irse a otros partidos”, alerta el analista político Guillermo Sesma. Cuando habla piensa en exgobernadores, exalcaldes, líderes y lideresas locales que históricamente han dado fortaleza territorial al PRI. “Esas estructuras no son de Alito, ellos se las llevan consigo”, asegura. La pregunta clave para Sesma radica en la fuerza que tendrá el tricolor al interior de la alianza Va por México, en la que disputa el poder con el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). “¿Cómo entra el PRI a negociar con todas estas renuncias en la mano? ¿Qué tiene para ofrecer?”.

Cada vez son más las voces priistas que reconocen que la difícil situación tiene una explicación en la falta de una autocrítica. Labastida le llama “la crisis de los errores y los excesos”, que se gestó, creció y explotó por no haber hecho durante años lo que tenían que hacer: “Meter a la cárcel a quienes se robaron dinero”.

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