Decía el fallecido astrónomo y divulgador de la ciencia Carl Sagan que “afirmaciones extraordinarias requieren, igualmente, de evidencias extraordinarias”.
Esta frase bien podría aplicarse a las aseveraciones que muchas personas realizan en torno a la existencia de vida extraterrestre. Inclusive llegan a señalar -sin pruebas que las avalen- que seres de otros planetas nos visitan con frecuencia.
Lo que es más verosímil afirmar es que probablemente exista vida –inteligente o no– en otros mundos (hasta la fecha ya se han descubierto más de cinco mil planetas fuera de nuestro sistema solar), pero de eso a dar por hecho que realmente existe vida tecnológicamente avanzada que interactúa con los seres humanos parece más una falacia.
No obstante, hace unos días, investigadores del prestigiado Massachussets Institute of Technology (MIT), publicaron un artículo en la revista Nature en el que afirman haber descubierto una señal misteriosa proveniente de otra galaxia.
La señal, que es absolutamente real, no tiene aún muchas explicaciones por dos razones fundamentales: la primera porque es un evento extremadamente reciente; y la segunda porque será necesario realizar análisis más exhaustivos y minuciosos que puedan explicar su verdadero origen y procedencia.
Sin embargo, lo que hasta el momento los astrónomos pueden afirmar sobre este interesante hallazgo es que podría tratarse de las llamadas Ráfagas de radio rápida, también conocidas como FRB, por sus siglas en inglés.
Dichas ráfagas –las cuales viajan a la velocidad de la luz y provienen de nuestra propia galaxia o de galaxias lejanas– generan tanta energía en cuestión de milésimas de segundo como lo hace el Sol en un año.
Debido a su fugacidad, al tiempo tan corto en el que desaparecen, los investigadores tienen dificultades para rastrearlas y saber exactamente de dónde provienen. Tampoco conocen con certeza qué tipo de objetos las provocan.
En el caso de la más reciente señal, la descubierta por el equipo del MIT, ésta tiene la peculiaridad de que sigue un ritmo y un patrón el cual se repite cada 0,2 segundos (una fracción de segundo), por un máximo de tres segundos. Por lo que sus “latidos” siguen intervalos regulares, parecido a como lo hace el corazón.
Además, hasta el momento, está considerada como la señal con mayor intervalo de tiempo ya que se ha manifestado más de mil veces. Ello significa que, aunque se han encontrado señalas parecidas relacionadas con FRB, ésta es la más larga encontrada hasta ahora.
Por otro lado, se cree que esta nueva señal, la cual ya fue bautizada como FRB 20191221A, proviene de una galaxia que se encuentra a miles de millones de años luz de nosotros. Aunque aún se desconoce de cuál galaxia se trata.
Hay que decir también que algunas de las respuestas que los astrónomos tienen para explicar el origen de todas las FRB, es que provienen de magnetares.
Los magnetares –cuya existencia es más especulativa que real porque nunca se han podido observar directamente– poseerían un campo magnético mil veces más poderoso que el de una estrella de neutrones. Además, tendrían la peculiaridad de girar sobre su propio eje, como lo hace la Tierra, pero a velocidades vertiginosas.
Este giro vertiginoso haría que emitieran ingentes cantidades de energía en intervalos de tiempo que seguirían un patrón constante. Algo parecido a como lo hace un faro en la costa de una playa, el cual emite periódicamente una señal de luz con el fin de que los capitanes de los barcos provenientes de altamar puedan reconocer que están acercándose a tierra.
Otra explicación al fenómeno de las FRB podría ser la existencia de estrellas de tipo pulsar. Éstas no son más que estrellas de neutrones que no solo giran muy rápidamente (lo pueden hacer hasta varios cientos de veces por segundo), sino que además poseen una gran cantidad de magnetismo en sus polos.
Dicho magnetismo genera por sí mismo ondas electromagnéticas las cuales salen expelidas de la superficie de la estrella de neutrones hacia el espacio a la velocidad de la luz. Por lo tanto, cuando los astrónomos detectan una FRB, en realidad están observando un fenómeno que sucedió hace miles o millones de años y por lo tanto ya no podría existir.
Es decir, si una civilización tecnológicamente avanzada tuviese intenciones de comunicarse con nosotros a través de FRB, o de alguna otra tecnología desconocida, la señal tendría que viajar más rápido que la luz porque de lo contrario dicha señal llegaría a la Tierra muchísimo tiempo después, quizá cuando esa civilización ya se hubiese extinguido. Pero, evidentemente, nada de lo conocido hasta ahora puede viajar a más de 300,000 kilómetros por segundo, es decir, nada puede viajar más rápido que la luz.
Sería, por tanto, más factible que dicha civilización avanzada tomase una nave espacial que viajase más rápido que la luz y llegar así a nuestro planeta.
De hecho, Miguel Alcubierre Moya, un destacado físico teórico mexicano, desarrolló en el año 2000 un modelo matemático que permite viajes más rápidos que la luz sin violar los principios de la Teoría de la Relatividad de Einstein.
De acuerdo con Alcubierre –quien se inspiró para proponer su modelo en los viajes espaciales de la nave espacial Enterprise de la famosa serie de los años sesenta `Viaje a las estrellas`- el espacio-tiempo tendría que modificarse para alcanzar velocidades superiores a las de la luz.
Para ello, sería necesario lograr una expansión local del espacio-tiempo justo detrás de la nave y, por otro lado, una contracción opuesta delante de ella. Así, los observadores fuera de la región del espacio-tiempo alterado, donde se encuentra la nave, podrían observar que ésta se mueve más rápido que la luz.
Evidentemente, aunque el modelo de Alcubierre funciona muy bien matemáticamente, ponerlo en práctica resulta, por ahora, mera ciencia ficción, porque para lograr distorsionar el espacio-tiempo alrededor de la nave, se necesitaría de algún tipo de materia exótica, aún desconocida que sirva como fuente de energía.
Un tipo de materia extraña que quizá serviría también para generar los llamados agujeros de gusano, los cuales son hipotéticos “pasadizos” en forma de tubos que conectan regiones distantes del universo y que, de existir, podrían lograr que, en cuestión de minutos y horas podamos llegar a otras estrellas y galaxias.
En lo que concierne al futuro de las investigaciones en torno a las FRB, hasta el momento no se ha desarrollado un programa específico el cual pueda resolver también la incógnita sobre el origen de los magnetares.
Por lo tanto, todavía queda abierto un campo de investigación sumamente interesante que requiere ser mejor atendido por parte de la comunidad científica.
Y en lo que toca a la búsqueda de vida en otros planetas, afortunadamente la humanidad cuenta con el recientemente puesto en órbita Telescopio James Webb, el cual tendrá como una de sus prioridades buscar planetas habitables fuera del sistema solar a través de su potente espejo de más de seis metros de diámetro.
Así, el futuro de la exploración espacial resulta un tema que para nada está agotado. Al contrario: apenas comienzan a verse los frutos de años de investigación en tecnología que posiblemente nos permitan transformar los planetas vecinos en el sistema solar para hacerlos habitables; o bien alcanzar otras estrellas a través de alguna máquina desarrollada a partir de la propuesta de Alcubierre, la cual posibilite alterar el espacio-tiempo y realizar así viajes a través de éste. Por supuesto, si es que antes nuestra especie no se autodestruye.
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