
Sopitas.- La hostilidad que experimentan millones de mexicanas y mexicanos al interior del Metro, Metrobús, microbuses o combis en la CDMX debido a su saturación es cosa cotidiana. Aunque a veces llega a romantizarse desde las redes sociales con el “Imagínate vivir en Suiza y perderte esto“, lo cierto es que para buena parte de los y las usuarias está mermando su salud al vivir el infierno en la tierra en el transporte público.
El transporte público te está enfermando, ¿lo sabías?
Hubo una vez en la que el Metro de CDMX llegó a tener una edecán por cada vagón, ataviadas de boina, saco y falda corta; eran las responsables de acompañar a los pasajeros para tomar su asiento e instruían evitar levantarse durante el recorrido por su propia seguridad. Todas y todos iban sentados.
Las crónicas de la época durante los primeros años de su creación cuentan de cómo los conductores, policías y vendedores de boletos portaban uniformes inspirados en la tendencia francesa de la época: capas, kepis, sacos. El fervor por la moda europea como en tiempos de Don Porfirio.

La gente aplaudía cada vez que llegaba el tren al andén, sin embargo, hoy en día la historia se cuenta diferente.
Caos cotidiano en metro Pantitlán horas pico, el infierno en la tierra, dice @alexhernandezguitar en un video que, presuntamente grabado desde su teléfono, da testimonio de cómo se vive la experiencia de usar el transporte público en la CDMX a 56 años de su construcción: empujones, peleas y gritos; es el precio que millones de personas pagan para llegar al trabajo o la escuela todos los días.
El Centro de Transformación Urbana del Foro Económico Mundial afirma que las ciudades albergan a una creciente mayoría de la población global y generan más del 80% del Producto Interno Bruto mundial, por lo que, a medida que aumentan los desafíos globales, desde la desigualdad hasta el cambio climático, las urbes se encuentran en la primera línea de las disrupciones y sirven como incubadoras y aceleradoras de nuevas soluciones pero, ¿en nuestro país esto ocurre?
Según el Índice de Preparación para la Movilidad Urbana 2024, realizado por el Foro Oliver Wyman, en colaboración con investigadores de la Universidad de California, Berkeley; el cual evaluó a 70 ciudades del mundo según sus características de movilidad, la CDMX figuró en el lugar número 54 dentro de la categoría “ciudades atrasadas”.
El urbanista por la Universidad Nacional Autónoma de México Iván Amador Maldonado reconoció que en México el 70% de los viajes que las personas realizan para desplazarse ya sea por trabajo, escuela, recreación, entre otras; es mediante el transporte público. Para CDMX esta estimación sube al 75%.

En promedio, en México una persona invierte, en traslados recurrentes en transporte público, una hora con 35 minutos; aunque podrían existir casos particulares de quienes empleen más de dos horas, dijo el especialista en movilidad.
Para el experto “el sistema de transporte siempre va a estar en su máxima capacidad” debido a la manera en que se concibe desde las decisiones de política pública en movilidad prácticamente en toda América Latina.
Por una parte, el trasporte público, al ser concesionado a particulares, como el caso de las rutas de microbuses y combi, en el fondo representa un negocio donde se prepondera la utilidad económica sobre el bienestar a las y los usuarios, detalló Amador Maldonado.
“Es como en las líneas aéreas con el ‘mételos como gallinas’, entre mayor cantidad de personas quepan, van a ahorrar y redituar”.
Por lo anterior, también se toman decisiones comerciales para decidir si una ruta conviene o no en función de la demanda, por lo que probablemente no habrá opciones de transporte eficiente en lugares distantes, provocando con ello merma en la movilidad.
“¿Dónde cambia esto? En Europa, Japón o Mérida”, explica el urbanista; y afirmó que lo anterior se debe porque que el transporte público está subsidiado y es la autoridad quien establece rutas y horarios definidos para permear de oportunidades de amplia movilidad, por lo que, “aunque vaya vacío el camión, éste siempre pasará”.
65% de la gente usa las rutas que están operadas por particulares
Por cada kilómetro de construcción de Metro se pueden lograr 17 de Metrobús, por lo que estos transportes, aunque son instrumentos de movilidad subsidiados por el gobierno, padecen de una falta de planeación estratégica, lo que motiva la aglomeración de las personas, dijo el también miembro del Colegio de Urbanistas de México, ECUM.

Iván Amador Maldonado explicó que la falta de visión se puede ejemplificar con lo que ocurre en avenida Insurgentes que consta de un carril para Metrobús, dos para autos y uno para bici; donde se tiene identificado que el destinado al primero traslada al 93% de las personas que transita todos los días por dicha vialidad, mientras que sólo el 6.8% de esta población usa el par de espacios referidos a vehículos particulares y solamente el .2% a ciclistas.
“Hace falta democratizar la movilidad”.
El transporte público enferma
Las redes sociales ponen en evidencia la hostilidad que se experimenta al interior del transporte público todos los días, a veces, hay videos con comentarios que suelen romantizar al contexto de movilidad violento con el “imagínate vivir en Suiza y perderte esto” pero, ¿qué hay más allá de esto?, ¿el transporte público nos está enfermando?
En entrevista para Sopitas.com la doctora en Salud Pública Teresa González Anaya, reconoció que, dadas las condiciones de saturación de personas día a día en el transporte público, existe altos riesgos a la salud de sus usuarios.

Por ejemplo, debido a la mala ventilación al interior del transporte, así como al aire contaminado del exterior; se está expuesto a un ambiente conformado por dióxido de carbono y partículas finas, lo cual podría empeorar enfermedades como asma, bronquitis, alergias o EPOC, comentó la académica.
La experta también recordó que, por ejemplo, en la Unión Europea 18 millones de personas padecen molestia a causa del ruido que provocan los vehículos automotores y de este grupo 5 millones llega a experimentar trastornos del sueño.
De hecho, González Anaya explicó que el estruendo del transporte puede ser un factor para desencadenar enfermedades cardiovasculares y citó a la Organización Mundial de la Salud cuando ha reconocido que en Europa Occidental se llegan a perder 1.6 de millones de años de vida saludable debido al ruido en la calle.
Por otra parte, “en Malasia estudiaron a grupos de personas que vivían cerca de paradas de autobuses y se encontró que además de haber tres veces más quejas vecinales por el ruido, también se demostró que fueron tres veces más probable su desconcentración”.

Aunque existe poca investigación sobre contaminación térmica al interior del transporte público, lo cierto es que permanecer por largas horas en un espacio cerrado y con calor o frío extremo, es probable presentar problemas de deshidratación, dolor de cabeza o irritación anímica, dijo la analista en salud pública.
Es probable que las unidades del transporte público pudieran no ser lo suficientemente limpias y el riesgo es probable de padecimientos de la piel por infecciones cutáneas como dermatitis u hongos en pies, así como enfermedades gastrointestinales; particularmente si se tiene contacto con pasamanos, asientos o aires acondicionados sin mantenimiento adecuados, comentó.
La investigadora citó un estudio realizado en Praga en 2020 al interior del transporte público en el contexto de la pandemia por COVID 19 —donde las políticas del uso de gel antibacterial y la limpieza continua de los espacios eran extremas—, ahí los científicos encontraron que el 94% de sus muestras portaban estafilococo aéreo.
“Es inevitable que haya virus, parásitos o bacterias; pues aunque limpien y limpien, el tránsito de tanta gente lo va a estar provocando… lo mejor es lavarse las manos constantemente”.
En las horas pico el contacto físico entre pasajeros pudiera tornarse violento debido a la saturación de gente y esta condición podría generar trastornos músculoesqueléticos, dolores de espalda, en cuello, en articulaciones y de cabeza al permanecer de pie por largos periodos, sujetarse en posiciones incómodas o recibir empujones, añadió Teresa González Anaya.
Aunque lo ideal es que hubiera sana distancia, lo cierto es que no ocurre, por lo que la cercanía con muchas personas incrementa el riesgo de infecciones como virus y bacterias, elevando el riesgo de enfermedades respiratorias como gripe, COVID 19 o tuberculosis, puntualizó.
El estrés crónico por viajes incómodos puede elevar la presión arterial y aumentar el riesgo de enfermedades del corazón, además existe riesgo de perder la vida por aplastamiento sobre todo en personas de la tercera edad, mujeres y niños.
Se tiene identificado que una de las principales causas de agobio de usuarios de transporte público es la que tiene que ver con las largas esperas para tomar el transporte, o durante el recorrido, por la necesidad de llegar a tiempo, acotó la profesora.
Recordó que en Manchester hubo una investigación donde se constató que, si las personas no pueden a llegar a su trabajo en 30 minutos o menos, entonces habría pérdidas económicas de 9 millones de libras, es decir, un aproximado de 200 millones de pesos.
“Viajes largos y pesados merman el tiempo de descanso y del ocio, la alimentación adecuada o la actividad física”.
Aunque en México existe la cultura del baño diario, resulta inevitable la acumulación de mal olor derivado de la saturación de personas por tiempo prolongado y a la falta de limpieza al interior de las unidades; este factor no pudiera presentar un riesgo a la salud, pero si se añade a los factores de malestar.
Para la especialista en salud pública, Teresa González Anaya doctora; la suma de todos los factores anteriormente señalados puede contribuir a estados de irritabilidad, dificultad para concentrarse, deficiencia en la productividad, cansancio extremo, altos niveles de estrés, depresión o ansiedad, que pueden detonar actos de violencia física y verbal entre pasajeros.
“Aunque no te metas en la pelea, te afecta verla”.
Precios asequibles y comodidad, ¿imposible?
Mientras que el gobernador de Nuevo León, Samuel García, justificaba en sus redes sociales la creación de obras viales para incentivar el uso del auto particular aludiendo a que “en Estados Unidos son más como nosotros, los norteños”; Monterey y su área conurbada registraba altos índices de contaminantes en el aire.
La capital del estado nuevoleonés es también considerada como una ciudad atrasada en su política de movilidad, situándose en el lugar 63 de una lista de 70 ciudades, por el ya citado Índice de Preparación para la Movilidad Urbana 2024 realizado por la Universidad de California, Berkeley.
“Hemos hecho como religión la idea de tener un coche por la influencia de Estados Unidos”, explicó por su parte el urbanista Iván Amador; quien reconoció que este deseo está concatenado a un paradigma de supuesto éxito en la vida.
“Quitar los coches es lastimar la ideología mexicana”.
Además del factor cultural que frena el avance de movilidad digna, existe otro y tiene que ver con los tomadores de decisión de la política pública, pues muestran falta de interés genuino en atender el problema debido a que no usan el transporte público, luego entonces, deciden desde su área de confort sin empatizar con quienes experimentan el “infierno en la tierra”, narró el experto.
“De 300 personas con cargos públicos con las que he tratado estos asuntos, puedo estimar que el 85% se mueve en coche, otros usan la bici y ninguno el servicio público”.
“Las ciudades necesitan redes de movilidad asequibles, cómodas y sostenibles para salir adelante y para lograrlo se necesita dinero y compromiso”, reconoce por su parte C40, una coalición de más de 100 ciudades que “abogan por la acción por el clima inclusivo, basado en la ciencia y colaborativo para reducir a la mitad la parte que les corresponde en las emisiones para 2030”.

De cada mil millones de dólares destinados a movilidad en cada ciudad, poco más de 20 mil millones de pesos; habrá entonces un rendimiento económico cinco veces mayor a la inversión y creará 50 mil puestos de trabajo, explicó la agrupación en su informe El futuro del transporte público. Invertir en un servicio de primera línea para los trabajadores de primera línea.
Según el Proyecto de Presupuesto de Egresos para la Ciudad de México para el 2025 se destinará un aproximado de 44.6 por ciento más que en 2024 a proyectos de transporte público y movilidad no motorizada, es decir, 15 mil 500 millones de pesos; es decir, casi 5 mil millones menos a la recomendación de C40, institución a la que también pertenece CDMX.
Iván Amador Maldonado explicó que, además de no destinar presupuesto suficiente, el problema de la obra pública que se hace en México es que no se percibe como una inversión colectiva a largo plazo, sino que se asume como programas de atracción de voto electoral, por lo que se atienden las causas de manera temporal, no de raíz.
Por ejemplo, las autoridades evitan confinar más carriles a transporte público para evitar el costo político negativo que pueda presentarse; sin darse cuenta que si invierten en un sistema de movilidad, imitando a lo que se hace en primer mundo, se lograrán una red de desplazamiento digna que promoverá su uso en lugar del auto particular, dijo.
El transporte público de calidad es el que menos contamina y el que consume menor espacio, por lo que ofrecer movilidad digna cambiará la vida diaria de todos, remató el urbanista.