Estos países están logrando avances en salud y bienestar de las mujeres

World Economic Forum.- Cuando los desafíos globales en materia de salud —desde la falta de recursos financieros hasta las disrupciones relacionadas con el clima— parecen insuperables, es tentador priorizar las acciones de menor alcance. Al hacerlo, reducimos nuestras ambiciones, aislamos las respuestas y nos centramos en la viabilidad inmediata. Pero eso no es lo que exige este momento. Corremos el riesgo de perpetuar las mismas desigualdades que pretendemos resolver.
Lo que el mundo necesita ahora son casos de progreso y posibilidades de carácter integrado, esperanzador y respaldado por datos. Estos casos deben demostrar cómo las personas, las comunidades y los países están avanzando en materia de igualdad de género y salud y bienestar de la mujer, incluso bajo enormes limitaciones. Limitarse a lo que parece manejable significa obtener solo ganancias marginales. Las mujeres en todo el mundo merecen más que eso.
Durante demasiado tiempo, las políticas de desarrollo global han tenido una visión estrecha de la salud de la mujer, definida por la edad reproductiva y reducida a los resultados maternos. Si bien esas áreas siguen siendo críticas, no captan el alcance de las necesidades de las mujeres para llevar una vida saludable y digna.
En esta coyuntura crítica para la salud mundial, debemos tener en cuenta toda la complejidad de la vida de las mujeres o correremos el riesgo de seguir quedándonos atrás.
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Un marco basado en el ciclo vital
En un reciente análisis para Lancet Global Health, ampliamos esa perspectiva. Junto con nuestro socios, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la Fundación de Salud Pública de la India, la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken y el Centro Internacional para la Equidad en Salud de Pelotas, desarrollamos un marco basado en el ciclo vital para evaluar los avances en diez dimensiones de la salud y el bienestar de las mujeres y en cinco etapas clave de la vida.
A partir de 32 indicadores y datos de 135 países de ingreso bajo y mediano, la investigación identificó brechas persistentes, destacó los países que han logrado avances excepcionales y desglosó la naturaleza de esos avances.
Las condiciones que determinan la salud y el bienestar de la mujer van mucho más allá del acceso a la atención médica. Incluyen la oportunidad de completar la educación, contar con una fuente de ingresos segura, vivir libre de violencia, mantener una nutrición básica, ejercer control sobre las decisiones reproductivas y envejecer con dignidad y apoyo.
Estas dimensiones interrelacionadas evolucionan con el tiempo, por lo que deben considerarse de manera conjunta si queremos priorizar intervenciones que generen múltiples beneficios en cascada.
Por eso hemos aplicado un enfoque basado en el ciclo vital, que permite hacer un seguimiento de los avances no solo durante la infancia o la edad reproductiva, sino hasta la vejez. Aunque muchos países han logrado avances en materia de salud y educación, estos no han sido uniformes. Áreas como la nutrición, la seguridad, el empoderamiento económico y la autonomía de la mujer se han estancado o empeorado.
Quizás lo más alarmante es la ausencia casi total de datos sobre las mujeres mayores de 50 años. A medida que esta población crece a nivel global, sabemos poco sobre su experiencia en materia de enfermedades crónicas, pensiones, responsabilidades de cuidado o protección social.
Invertir en las mujeres y las niñas
Al comparar los avances en relación con el crecimiento económico, destacamos los países cuyas mejoras superaron las expectativas teniendo en cuenta su producto interior bruto.
Bangladesh, Camboya, Etiopía y Perú fueron los países con mejores resultados. Aunque cada uno siguió un camino diferente, surgieron factores comunes en Etiopía y Camboya, donde comenzamos nuestros estudios de caso en profundidad: inversión a largo plazo en la educación de las niñas, ampliación del acceso a la salud, acercamiento a las comunidades y, en algunos casos, reformas legales para promover los derechos de las mujeres.
En Etiopía, por ejemplo, las mujeres obtuvieron derechos sucesorios por ley, mientras que el sistema de salud comunitario se extendió hasta las zonas más remotas. En Camboya, se incorporó la perspectiva de género a la planificación de las políticas públicas, lo que contribuyó a que los servicios respondieran a las necesidades de las mujeres en todos los sectores.
Sin embargo, incluso estos ejemplos positivos revelaron desafíos. Las denuncias de violencia de género siguieron siendo poco frecuentes y los indicadores de empoderamiento económico se mantuvieron bajos, lo que nos recuerda que, incluso cuando los sistemas mejoran, el progreso casi nunca es universal.
Lo que está claro es que la salud y el bienestar de las mujeres no pueden abordarse de forma aislada. Una niña que sufre desnutrición crónica antes de los cinco años tiene más probabilidades de sufrir problemas de salud y tener dificultades económicas décadas más tarde. Una mujer obligada a contraer matrimonio precozmente puede perder el acceso a la educación y a los ingresos, lo que compromete su bienestar para toda la vida.
Una visión integral y sistémica nos ayuda a comprender y responder de manera más eficaz a estas realidades interrelacionadas.
Esto también requiere mirar más allá de la salud reproductiva. Las mujeres no dejan de necesitar atención o protección cuando superan la edad de riesgo materno. Las leyes, los derechos laborales, los sistemas educativos, las protecciones sociales y la atención sanitaria deben concebirse de forma integrada, no de forma aislada.
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Conjuntos de datos coherentes
Uno de los mensajes más claros de nuestro trabajo es que no podemos solucionar lo que no medimos. Las deficiencias persistentes en los datos, especialmente en torno a las mujeres de más edad, la violencia, la seguridad y el trabajo no remunerado, limitan nuestra capacidad para elaborar políticas eficaces y equitativas.
Incluso cuando existen datos, a menudo están fragmentados o no desglosados por género o edad. Contar con sistemas de datos sólidos, que tengan en cuenta las cuestiones de género, no es un lujo, sino una infraestructura fundamental para construir una gobernanza eficaz.
Las conclusiones de este estudio son solo el principio. Estamos sintetizando las conclusiones de Etiopía y Camboya y llevando a cabo estudios más detallados en Perú y Bangladesh. A través de colaboraciones con investigadores locales, estamos recopilando entrevistas, analizando documentos sobre políticas, revisando los flujos de financiación y examinando cómo se implementan o no se implementan en la práctica.
Nuestro objetivo es ir más allá de analizar lo que ha funcionado para comprender por qué y cómo ha funcionado, y si los casos de éxito pueden adaptarse a otros lugares. El contexto y las experiencias vividas por las mujeres que se mueven a diario en estos sistemas son importantes.
No existe una solución mágica; hay varios pasos esenciales:
- Adoptar un enfoque de políticas y medición basado en el ciclo vital para reflejar todo el espectro de experiencias de las mujeres.
- Invertir en sistemas de datos completos y con información de género, especialmente para las etapas y dimensiones de la vida que están menos representadas.
- Apoyar programas integrados que conecten la salud, la educación, el trabajo y la protección social.
- Incluir las voces de las mujeres como agentes de cambio y co-diseñadoras de políticas, no solo como beneficiarias.
- Reconocer y aprender de los casos positivos atípicos, cuyo éxito puede desencadenar un cambio más amplio.
Pensar en grande
El camino hacia la igualdad de género no es lineal ni automático. Pero hay pruebas de que es posible avanzar. Los países que hemos estudiado demuestran que se pueden lograr avances y mantenerlos, a menudo más rápido de lo esperado, con una combinación adecuada de liderazgo, políticas, financiación y participación local.
En este momento de incertidumbre, el llamamiento a la acción es pensar en grande, no tener una visión limitada. Tenemos que impulsarnos con las historias de progreso que nos rodean. Y tenemos que reimaginar la salud y el bienestar de las mujeres, no solo como un indicador de supervivencia, sino como un reflejo de la dignidad, las oportunidades y el potencial en todas las etapas de la vida.
Porque el mundo no necesita acciones de pequeña envergadura en este momento: necesita acciones valientes, integradas y transformadoras. El punto de partida es la salud y el bienestar de las mujeres.