Onésimo Cepeda fue uno de los personajes más pintorescos de la iglesia católica en México. Nació en 1937 en el entonces Distrito Federal. En sus años de juventud hubo muchas experiencias de diversa índole. Incursionó en la música, quiso ser torero (se le veía con frecuencia en corridas de toros), fue vendedor de distintos productos y servicios. Su faceta más trascendente fuera de la iglesia fue en la banca. Su principal socio en aquella etapa fue Carlos Slim Helú.
Cepeda ya se había graduado como abogado en la UNAM en 1960 cuando trabajaba en la Bolsa Mexicana de Valores. Tanto él como Carlos Slim trabajaban por su cuenta. Decidieron unir fuerzas para conseguir clientes y fundaron Inversora Bursátil. La sociedad con los años se convirtió en Grupo Financiero Inbursa. También trabajó como asesor de Banamex y del grupo Ingenieros Civiles Asociados (ICA).
Su vocación religiosa fue relativamente tardía. Cuando decidió seguirla, vendió las acciones de Inversora Bursátil a Carlos Slim con una condición, como le gustaba contar: si no la “hacía” como sacerdote, las recompraría. Slim estuvo de acuerdo. Pero sí la hizo. Se ordenó a los 33 años, luego de estudiar en el Instituto Nuestra Señora de Guadalupe para las Misiones Extranjeras, donde estudió Filosofía, y de pasar por la Universidad de Friburgo, Suiza, donde estudió Teología.
Ya como sacerdote fue conocido por su oposición al movimiento que enarbolaba la Teología de la Liberación. Ahí ensanchó lazos con el nuncio apostólico del Vaticano, Girolamo Prigione, quien lo apoyaba en su cruzada. Sus polémicas, muchas de ellas generadas por su afición a hacer declaraciones rimbombantes ante la prensa, perfilaron su personaje.
Desde el “roben, pero poquito” con el que conminaba a los candidatos a la presidencia, hasta el “habría cooperado” para que liberaran de su secuestro a Diego Fernández de Cevallos, era uno de los favoritos de los reporteros porque siempre tenía una respuesta exótica.
También estuvo en medio de una disputa legal, al ser acusado de fraude por 130 millones de dólares. En medio de esta polémica estuvo una colección de arte. En el caso, estaban involucradas obras de arte de José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Diego Rivera, Frida Kahlo, Joaquín Sorolla, Marc Chagall y Amedeo Modigliani.
Su última polémica vino cuando anunció que quería ser diputado. “Quiero un México mejor; no pienso cobrar; y ya estoy harto de tanto pendejo que gobierna que se sienta en los curules en todos lados”, dijo cuando lo anunció. Su postulación contravenía las leyes de la Iglesia Católica. Al final, abandonó la idea. Para él, como declaró posteriormente, era más importante ser sacerdote que ser diputado.
Para muchos, fue un clérigo estrechamente ligado con las estructuras del poder. Paradójicamente, él alguna vez afirmó que su vocación por servir a los pobres venía del hecho de haber sido ayudado por una familia indígena luego de sufrir un accidente. Quizá ambas facetas tenían su dosis de verdad. Al final, de principio a fin, su vida fue una colección de facetas contrastantes.