El reino árabe, que será sede del Mundial de 2034, podría estar usando sus inversiones deportivas para desviar las criticas sobre su situación en derechos humanos.
Expansión.- Arabia Saudita ha hecho una gran apuesta por el deporte y le está dando grandes resultados. Apenas la semana pasada, la FIFA anunció que este país será la sede del mundial de 2034, con lo que se convertirá en el segundo país de la Península Arábiga en recibir esta justa, que ya se celebró en Qatar en 2022.
Además, Arabia Saudita será sede de los Juegos Asiáticos de Invierno de 2029 y ha alimentado también a su liga local de fútbol su torneo de golf. Pero estas inversiones millonarias podrían no ser inocentes, de acuerdo con organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Arabia Saudita y el deporte
El príncipe heredero de Arabia Saudita y gobernante de facto del país, Mohamed Bin Salman ha apostado por su Vision 2030, un proyecto de reformas económicas para diversificar la economía del país, altamente dependiente de sus recursos petroleros.
“El 63% de la población de Arabia Saudita, de más de 32 millones de habitantes, tiene menos de 30 años, por lo que si las reformas no dan resultado cuando se acabe el petróleo, el Reino se enfrentará a graves desafíos”, indica un análisis del Atlantic Council.
Parte de las apuestas más ambiciosas son para el deporte. Deportes para Todos (SFA, por sus siglas en inglés) es la iniciativa del gobierno saudí responsable de impulsar el progreso de los objetivos de la Visión 2030 relacionados con los deportes.
Desde 2016, el Fondo Público de inversiones de este país, que busca multiplicar los ingresos petroleros, ha destinado más de 51,000 millones de dólares en propiedades deportivas.
Uno de los objetivos, de acuerdo con las autoridades saudíes, es inspirar a la población joven a realizar actividad física y hacer ejercicio.
El sitio web de Vision 2030 detalla que 62.3% de las personas mayores de 18 años realizan 150 minutos de actividad física a la semana, muy cerca del objetivo para 2030, que es de 64%.
“Para muchos, jóvenes y viejos, está cultivando un sentido de aspiración personal y orgullo cívico al ver competir a sus equipos nacionales”, indica el análisis de Atlantic Council.
El ministro de deportes de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz bin Turki Al Faisal, dijo a la BBC que otras de las metas de estas inversiones son abrir el país a la comunidad internacional, impulsar el turismo, crear empleos y proporcionar a las federaciones deportivas un potencial de crecimiento.
Las inversiones de mayor perfil del Fondo de Inversión Pública son bien conocidas, especialmente la compra de Newcastle United en 2021 de la Premier League inglesa, algunas contrataciones millonarias para la liga local de futbol, y la gira de golf LIV, que desafió el dominio de décadas de la PGA sobre el deporte.
Más allá del golf y el fútbol, Arabia Saudita también ha invertido grandes sumas de menor perfil en deportes electrónicos, lucha libre y deportes de motor. Por ejemplo, es sede de fechas de la Fórmula 1 y el Rally Dakar.
Sportswashing
Arabia Saudita es a menudo acusada por organizaciones humanitarias de ‘sportswashing’, es decir, el uso del deporte para limpiar su imagen en el exterior y atenuar las denuncias por violación de derechos fundamentales.
“Las interacciones regulares entre Arabia Saudita y Occidente crean un entendimiento de que Riad es un lugar “normal” para hacer negocios, y si es un buen negocio, no hay razón para arriesgar la relación con demasiado rencor por su autoritarismo y su abismal historial de derechos humanos. La inversión deportiva, en resumen, es una cobertura saudí contra el abandono occidental”, indica Aaron Ettinger, profesor asociado de la Universidad de Carleton, en un artículo par The Conversation.
En mayo, defensores de los derechos humanos, activistas e intelectuales saudíes emitieron “Una visión del pueblo para la reforma en Arabia Saudita”, un documento que articula una serie de principios y reformas que deberían servir de base de una Arabia Saudita respetuosa de los derechos.
Las solicitudes incluían la liberación de todos los presos políticos, el respeto de los derechos a la libertad de expresión y de asociación, la defensa de los derechos de las mujeres, los migrantes y las minorías religiosas, la abolición de la tortura y la pena de muerte, una reforma del sistema de justicia y una redistribución de la riqueza del país.
La organización Human Rights Watch denuncia que las autoridades saudíes “han reprimido toda forma de disidencia y han optado en su lugar por invertir en campañas y eventos que blanquean o blanquean su reputación deportiva”.
A Bin Salman este tipo de críticas no le importan mucho, mientras los resultados sean los esperados, sobre todo en términos de crecimiento del PIB, de acuerdo con una entrevista que dio a la cadena Fox News el año pasado.
El Mundial de 2034, un “riesgo medio”
Al confirmar por videoconferencia la candidatura saudita, el congreso de la FIFA “ha decidido ignorar nuestras advertencias”, escribieron entidades como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Confederación Sindical Internacional (ITUC) y las organizaciones Sport and Rights Alliance y Football Supporters Europe (FSE).
Desde que se anunciara la candidatura saudita el año pasado, única en liza tras un proceso de apenas un mes limitado únicamente a las confederaciones asiáticas y de Oceanía, la veintena de organizaciones firmantes del manifiesto alertan de los riesgos “para los residentes, los trabajadores migrantes y los aficionados visitantes”.
“Hoy, las pruebas no faltan: trabajadores migrantes explotados y víctimas de racismo, militantes condenados a decenas de años de prisión por haberse manifestado pacíficamente, mujeres y personas LGBTQIA+ confrontadas a una discriminación legalizada, o también habitantes expulsados por fuerza para hacer sitio a proyectos de Estado”, enumeró el texto.
Para los firmantes, “es evidente que sin una acción urgente y reformas globales, la Copa del Mundo de 2034 quedará oscurecida por la represión, la discriminación y la explotación a gran escala”.
La FIFA reconoce, no obstante, desde la introducción en 2017 de compromisos en materia de derechos humanos, que le incumbe “prevenir y atenuar las violaciones de derechos humanos y los abusos vinculados a sus actividades”, así como promete “remediar” la situación si fuera necesario, recuerdan las asociaciones firmantes.
Ante la falta de competencia en el proceso de selección de la sede del torneo, estos compromisos se han revelado como “una impostura” y no hubo “una consulta a personas susceptibles de estar afectadas”, “ni medidas específicas o restrictivas” para garantizar el respecto de las normas internacionales en materia laboral o más ampliamente de derechos fundamentales, deploran las entidades.
Un informe propio de la FIFA publicado hace un mes de cara al congreso de este miércoles, consideraba que la candidatura de Arabia Saudita suponía “un riesgo medio” para los derechos humanos, admitiendo que la puesta en marcha de reformas supone “un tiempo significativo y esfuerzos”.
La FIFA “se arriesga a asumir una gran responsabilidad por muchos de los abusos a los derechos humanos que se producirán”, concluyeron las asociaciones firmantes del manifiesto.