Se inauguró un acuario sustentable en pleno Mar de Cortés que permite observar a las 250 especies marinas autóctonas sin sacarlas de su medio natural.
El Observador.- Abrió sus puertas el Gran Acuario de Mazatlán, un espacio de acceso humano dentro del Mar de Cortés, en el Estado de Sinaloa, al noroeste de México. Viven allí unas 250 especies, entre las que sobresalen los delfines, las tortugas marinas, las mantarrayas y tiburones hasta caballitos y estrellas. No solo es el más grande de América Latina sino que fue concebido para evitar sacar a los animales de su hábitat.
El proyecto fue muy ambicioso y contó con la dirección de la multipremiada arquitecta Tatiana Cortés. No solo cuenta con un ecosistema de gran riqueza de especies, calculada en unas 250, sino que para que tenga atracción al visitante, el diseño es el de un enclave habitado por humanos, que fue sumergido por el aumento de las aguas marinas que luego se retiraron y permiten ver “los restos” de esa ciudad.
La mirada futurista, ficcional y catastrofista, va de la mano de las series y películas que auguran un destino horroroso aunque cada vez más atendible atentos al calentamiento del planeta y la desaparición de especies completas que lo habitan.
La inauguración fue el 1° de junio y tanto el Estado mexicano como los empresarios privados que apuestan a esta mirada disruptiva esperan unos 900 mil visitantes en el primer año. Quienes vayan podrán apreciar la mirada conservacionista y también disfrutar de ver la diversidad de fauna marina sin alterar su vida.
El Gran Acuario de Mazatlán sustituye los acuarios donde orcas, delfines o focas hacen espectáculos sin que las personas tomen real dimensión de que la especie humana es una más en la naturaleza.
En México y en el resto del mundo un acuario se entendía a partir de la extracción de especies de su hábitat natural para el entretenimiento humano, algo insostenible en el contexto de la actual depredación del medio ambiente y del calentamiento global.
A poca distancia de este nuevo paradigma de parque acuático está el antiguo acuario de Mazatlán, donde delfines, pingüinos y lobos marinos entretenían a niños y adultos. Muchos de esos animales, como en otros parques acuáticos eran ajenos al Mar de Cortés. Ahora, es como los parques nacionales en continente, pero con la complejidad de que los humanos no se manejan como pez en el agua.
“El acuario siempre me había parecido un programa muy violento”, dijo Tatiana Bilbao en una entrevista concedida a El País de Madrid. “Para mí, es la expresión de que los seres humanos nos creemos los controladores del universo. Traemos a nosotros un mundo en el que la mayoría no podemos penetrar. Normalmente son lugares muy fantásticos, con iluminaciones que tratan de emular espacios marinos, pero que, en realidad, a mí nunca me han acercado a ese mundo, incluso me han alejado”, agrega de modo contundente.
Bilbao construyó edificios torre, iglesias o botánicos y ha sido reconocida con galardones importantes a sus 50 años.
Cuando le plantearon el proyecto, se aferró primero a la ficción y luego al diseño de edificios y espacios transitables por los viajeros. En los últimos años, Naciones Unidas, el Banco Mundial y las organizaciones defensoras del ambiente han proclamado la necesidad de tomar conciencia del rol de los océanos, que ayudan a frenar el cambio climático al absorber el 30% de las emisiones de dióxido de carbono.
El paradigma es “el bienestar animal”, y con él, un aprendizaje para los humanos. Los visitantes deben sustituir su expectativa de ver actuar a delfines haciendo destrezas en una pileta por la contemplación de la vida real de esos mamíferos que encandilan a los humanos más otras 250 especies.
Solo podrán ver habitantes del ecosistema del Mar de Cortés, sin animales extraños a ese ambiente. Hay distintos recorridos, 19 en total, que permiten apreciar la vida en aguas profundas, las costas, los bosques y manglares, así como un espacio para contemplar las aves del lugar.
Lo que antes era un centro de entretenimiento, ahora se convirtió en espacio conservacionista. El parque tiene edificados 50.000 metros cuadrados, que incluyen un centro de investigación donde los especialistas están enfocados en programas para conocer más, cuidar mejor y preservar las especies del Mar de Cortés.
El acuario surgió de un grupo de empresarios para impulsar Mazatlán como destino turístico y contó con una inversión cercana a los U$S 100 millones, con participación del Estado y de empresarios mexicanos y extranjeros. El 30% es capital público, el resto privado.
La primera etapa es la que se inauguró este mes de junio y que es la mitad del plan completo de construcción que se inició en 2017 y que se retrasó por la pandemia. En el equipamiento participaron empresas de Turquía, Japón, Francia, Portugal, Dinamarca y España, aunque la mayoría son compañías mexicanas.