México: la puerta de fabricantes chinos para acceder al mercado mundial

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Plantas y almacenes se han alojado en México a medida que las empresas intentan evitar los aranceles estadounidenses.

El Financiero.- Cuando César Santos Cantú era un niño en los años sesenta, pasaba los fines de semana rodeado de vacas y caballos en el rancho de su padre a las afueras de Monterrey, Nuevo León. Hoy, un monolito rojo con las palabras “Hofusan Industrial Park” anuncia que aquel predio tiene un nuevo propósito.

Ubicado en un lugar privilegiado entre la capital industrial de México y la frontera estadounidense, el parque industrial Hofusan se ha convertido en un centro clave para empresas chinas que buscan evitar los aranceles de Estados Unidos y acortar las cadenas de suministro que se han visto sometidas a una presión extrema durante la pandemia. Las once plantas y bodegas en el terreno de 850 hectáreas son parte del último capítulo del capitalismo chino: el país, considerado la fábrica del mundo, ahora también exporta gerentes y directivos con la encomienda de establecer y dirigir operaciones en sitios como Vietnam, Tailandia y México.

Hace tres años solo había un edificio; hoy, diez empresas chinas tienen fábricas allí y tres más están construyéndose. Según los propietarios del parque habrá 35 empresas en los próximos dos años, y proyectan que, con el tiempo, 15 mil personas trabajen en Hofusan (10 por ciento de los cuales serían encargados chinos), por lo que también planean construir restaurantes y viviendas. “Ya hay más de mil millones de dólares en inversiones aquí”, dice Santos, protegido del calor y del ruido de las obras en una oficina.

Entre los inquilinos, están la empresa de electrónica Hisense, las muebleras Kuka Home y Sunon Furniture, el fabricante de autopartes Hangzhou XZB y el fabricante de equipos de jardinería Skyish. “Si quieres hacer buenos negocios con Estados Unidos, debes tener algo cerca de ese mercado”, afirma Simon Huang, director general de Kuka Home México.

La cercanía de México con el mayor mercado de consumo del mundo no es el único punto a su favor. Gracias al tratado de libre comercio suscrito con Estados Unidos y Canadá, una silla fabricada en la planta de Kuka, en Hofusan, puede cruzar la frontera libre de aranceles, mientras que una enviada a EU desde China tendría un arancel de 25 por ciento, según Huang.

La inversión china en México aumentó de 154 millones de dólares (mdd) en 2016 a 271 mdd un año después, cuando Donald Trump asumió la presidencia amenazando con una guerra comercial.

Los problemas de las cadenas de suministro durante la pandemia y la zozobra causada por la cruzada reguladora del presidente chino Xi Jinping contra el sector tecnológico han empujado a más empresas chinas a este lado del Pacífico, su inversión en México ascendió a casi 500 mdd en 2021. “China está buscando abastecer al mundo y no todo va a ocurrir desde la propia China, debido a muchas de estas tensiones. Entonces, el establecimiento de empresas chinas en México es parte de este proceso de cambios en la globalización”, dice Shannon K. O’Neil, columnista de Bloomberg que pronto publicará el libro The Globalization Myth: Why Regions Matter.

Esta no es una iniciativa vertical gubernamental como la “Nueva Ruta de la Seda” de Xi, que ha financiado centrales eléctricas, puentes y puertos en decenas de países. Sin embargo, en su mayor parte, las autoridades chinas ven con buenos ojos que las empresas de bajo margen deslocalicen la producción a terceros países a medida que el nuevo enfoque de Beijing es fomentar las industrias manufactureras avanzadas, como los semiconductores y los vehículos de nueva energía. En 2015, el Consejo de Estado de China emitió un documento promoviendo “la cooperación internacional en capacidad productiva”.

Las empresas chinas no son las primeras en buscar el abrigo de México ante los aranceles estadounidenses. Las automotrices japonesas comenzaron a abrir plantas en el país en la década de 1990 en respuesta a un aluvión de restricciones a la importación que inició con Ronald Reagan. “En el caso de China, existe una combinación similar de sanciones e incentivos que hace que la reubicación en América del Norte sea atractiva para algunas empresas e industrias”, dice O’Neil.

Uno de los ganadores de este cambio es César Santos, abogado inmobiliario de 63 años cuya visión de convertir el rancho de su padre en un parque industrial lo llevó a Shanghái en 2014. Un fondo de inversión chino buscaba un gran terreno a pocos kilómetros de la frontera de Estados Unidos. La propiedad de Santos cumplía los requisitos y terminó asociándose con dos inversionistas chinos, el parque se inauguró oficialmente en 2016 (Hofusan, por cierto, es un acrónimo de los nombres de los tres socios: Holley Group, Futong Group y la familia Santos).

Algunos de los ocupantes de Hofusan llegaron poco después de que Trump comenzara a imponer aranceles a las importaciones chinas en 2018 en un intento por reducir el déficit comercial e impulsar la industria manufacturera nacional. Los ejecutivos de Skyish “simplemente tomaron un avión y vinieron a buscar un lugar”, dice Santos.

Aunque el costo de los materiales y la mano de obra es generalmente más alto en México que en China, la brecha se ha ido reduciendo a lo largo de los años y los salarios en China crecen a un ritmo más rápido. Los aranceles de Trump, que siguen vigentes bajo la administración Biden, junto con un aumento en los costos de los fletes inducido por la pandemia, también afectaron la ventaja económica de manufacturar en China. “Nosotros estamos apostando que sea el mismo precio de China, ya incluyendo el transporte marítimo”, dice David Martínez Garza, quien supervisa la construcción de la nueva fábrica de Sunon Furniture de 80 mdd en Hofusan. “¿Cuál es nuestra ventaja? El tiempo de entrega”, añade, señalando que los productos tardan alrededor de diez semanas en fabricarse y enviarse a clientes estadounidenses desde la sede de la empresa en Hangzhou, en comparación con cuatro semanas desde Nuevo León.

Holley Group, que no tenía presencia en México antes de Hofusan, ahora está explorando sitios para dos o tres parques más en otras partes del país. La empresa, con sede en Hangzhou, también gestiona un parque en Tailandia y está en vías de crear otro en Marruecos. Otros inversionistas chinos también están buscando ubicaciones en México. Una subsidiaria de Gezhouba Group, un conglomerado del sector construcción, ha dicho que planea construir un parque industrial cerca del puerto Lázaro Cárdenas en Michoacán. Contemporary Amperex Technology, el mayor fabricante mundial de baterías para vehículos eléctricos, está considerando sitios en Chihuahua y Coahuila para una planta que podría abastecer a Tesla y Ford Motor, un proyecto que podría costar 5 mil mdd.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, por otro lado, ha sido criticado por no capitalizar el deseo de las empresas estadounidenses de reducir su dependencia de China. En ese sentido, el Banco Interamericano de Desarrollo ha estimado que el nearshoring (acercar la producción a los clientes) podría aumentar las exportaciones de México en 35 mil 300 mdd anuales, o un poco más del 7 por ciento.

Hasta hace poco ese escenario parecía demasiado optimista. Los 31 mil 700 mdd de inversión extranjera directa que registró México en 2021 fue la cifra más baja desde 2016, excluyendo el peor momento de la pandemia en 2020, según datos oficiales. Pero el país captó una cifra de IED de 19 mil 400 mdd en el primer trimestre de 2022, lo que lo convierte en el segundo trimestre más exitoso de este siglo.

China superó a México como el principal exportador a Estados Unidos en 2003, sin embargo, México ha estado recuperando terreno desde que se impusieron los aranceles estadounidenses. China exportó a Estados Unidos casi 200 mil mdd más en bienes que México en 2018. Esa diferencia se redujo a menos de 130 mil mdd en los doce meses hasta fines de junio.

Con todo, países asiáticos como Vietnam y Tailandia parecen estar captando una buena parte de la inversión en manufactura que antes solía recibir China. De 2018 a 2021, las exportaciones combinadas de ambas naciones a Estados Unidos aumentaron 84 por ciento, es decir, en 68 mil mdd, frente a 38 mil mdd u 11 por ciento para México.

Algunos sostienen que México se estaría beneficiando más si López Obrador no hubiera asustado a los inversores con su retórica nacionalista, incluidos los planes para aumentar el control estatal del sector eléctrico y los obstáculos que su administración ha puesto para que empresas estadounidenses y europeas inviertan en energía eólica y solar.

“Los indicadores macroeconómicos aún tienen que reflejar que México es un claro ganador en la tendencia hacia el nearshoring”, escribió UBS en una nota reciente, citando la incertidumbre política, particularmente en el rubro de la energía, junto con la violencia y el crimen como “debilidades” a la hora de atraer inversiones.

“Podríamos estar montando una ola de diez pies, pero en cambio estamos montando una de tres pies, que es mejor que nada”, dice Jorge González Henrichsen, codirector ejecutivo de Nearshore Co., con sede en Brownsville, Texas, una firma que ayuda a empresas a instalar fábricas en México.

González dice que el tema de la energía es un obstáculo importante para sus clientes.

Iván Rivas Rodríguez, secretario de economía de Nuevo León, donde está Hofusan, indica, en cambio, que las restricciones gubernamentales sobre las energías renovables “no son un tema prioritario que hayan tenido” en conversaciones con empresas chinas. “Yo te puedo decir que, en la actualidad, entre el 15 y el 20 por ciento de la inversión que estamos recibiendo en Nuevo León es de origen chino y antes no era ni el 5 por ciento”, afirma.

Por otro lado, es menos probable que las empresas chinas se asusten por el hábito de López Obrador de criticar a las compañías extranjeras, pues muchas tienen experiencia operando en mercados emergentes, señala Mariana Rangel Padilla, politóloga del Tecnológico de Monterrey. “Tienen ya experiencia en negociar e invertir con gobiernos que no son tan amigables a la inversión, o que hay alta incertidumbre. Son inversiones en África y también en América Latina lidiando con gobiernos populistas”, apunta.

A diferencia de otros países de Latinoamérica, México tiene un gobierno federal que nunca ha hecho muchos esfuerzos para atraer a empresas chinas, en parte porque durante largo tiempo las ha visto como rivales en el sector fabril y también para evitar tensiones con Estados Unidos, dice Rangel (a pesar del reciente aumento, la inversión china equivalió a solo el 3 por ciento de los 14 mil 800 mdd que las empresas estadounidenses invirtieron en México el año pasado).

Pero algunos estados mexicanos sí están cortejando activamente la inversión china. Nuevo León está construyendo dos “supercarreteras” que comunican con la frontera, incluida una para dar mayor conectividad a Hofusan, explica su secretario de economía.

El estado, como muchos de sus vecinos en la frontera, también ofrece exenciones de impuestos sobre la nómina para empresas que cumplan con ciertos criterios.

Las empresas chinas han enfrentado algunos desafíos operativos en México. El T-MEC, que reemplazó al TLCAN, exige como requisito para el trato arancelario preferencial que una mayor proporción del valor de cualquier producto provenga de Norteamérica.

Sin embargo, a diferencia de China, México no cuenta con extensas redes de proveedores en una gran cantidad de industrias.

Sunon, el fabricante de muebles, dice que no ha podido conseguir el tipo de tela de tapicería que usa en China y que el productor mexicano de una pieza para silla solo puede suministrar dos mil al mes, en lugar de las diez mil que necesita. González dijo a su vez que un cliente potencial, una empresa estadounidense, decidió irse a Vietnam porque acá no pudo encontrar proveedores.

Algunos de los recién llegados lidian con otros problemas. Huang, de Kuka Home, comenta que sus trabajadores mexicanos son más inquisitivos que los de las plantas en China. “Los mexicanos siempre preguntan por qué: ‘¿Por qué debo hacer esto? ¿Por qué debería hacer aquello?’”, dice. “Quieren entender la razón”.

Otra diferencia: los trabajadores en México generalmente no harán jornadas de 16 horas, como están dispuestos a hacer los empleados en China.

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