Según informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en casos de consumo problemático, las mujeres se enfrentan a efectos de salud adversos y consecuencias sociales desproporcionados.
Animal Político.- Mientras que en el mundo uno de cada siete hombres con consumo problemático de sustancias psicoactivas recibe tratamiento, en el caso de las mujeres es solo una de cada 18, de acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas 2024 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
En contraste, según la estimación global, las mujeres representan un 43% de las personas usuarias de opioides de uso no médico, 25% de las de anfetaminas, 28% de las sustancias del tipo del éxtasis, 24% de cannabis, 24% de cocaína y 16% de opiáceos.
Si bien el organismo documenta un incremento del 20% en el consumo general en los últimos 10 años, especifica que de 292 millones de personas usuarias de drogas en el mundo, son 64 millones –es decir, el 2.1%– quienes presentan un consumo problemático, lo que significa un incremento en ese rubro del 3% en los últimos cinco años, de 2018 a 2022.
Aunado a ello, en la región de las Américas un 15% de las personas que tuvieron contactos formales con la policía por tráfico de drogas son mujeres, mientras que en el caso de posesión representan el 18%. En tanto, en el mundo entre 9 y 12% han tenido contacto con la policía por posesión y tráfico, entre 7 y 10% son procesadas y entre 6 y 11% reciben una sentencia por esos delitos.
Mujeres enfrentan consecuencias sociales y de salud
La UNODC explica que, en general, los hombres tienden a consumir sustancias en mayor medida que las mujeres; ellas representan aproximadamente una de cada cuatro personas usuarias. “Sin embargo, la proporción varía según la droga y la ubicación geográfica; por ejemplo, en Asia solo el 9 por ciento de usuarias de cannabis son mujeres, mientras que en Norteamérica representan el 45%”, indica el documento.
En tanto, cuando se trata del uso no médico de sustancias farmacéuticas como sedantes y tranquilizantes, opioides medicinales o estimulantes, la proporción de mujeres que consumen esas sustancias es significativamente mayor y, en algunos casos, casi igual que la de hombres.
Aunado a esto, si bien el tráfico de drogas involucra principalmente a hombres, la brecha de género se reduce cuando se trata de sustancias sintéticas. Esto está demostrado, de acuerdo con la organización, principalmente por los datos de personas que tienen contacto formal con la policía en el caso de esas sustancias, y aplica tanto para posesión como comercialización.
El informe señala también que en los casos de consumo problemático, las mujeres enfrentan efectos de salud adversos y consecuencias sociales desproporcionadas. Por ejemplo, en países que cuentan con estadística desagregada por sexo, se estima que aproximadamente una de cada cinco personas usuarias de sustancias inyectables es mujer; sin embargo, las mujeres usuarias tienen más probabilidad que los hombres de contraer VIH.
“Las mujeres que se inyectan drogas tienen una mayor carga de salud y consecuencias sociales como discriminación, estigmatización o criminalización además de tener dos veces más probabilidades que los hombres de contraer infecciones como el VIH o hepatitis C”, explica Hugo Córdoba, coordinador de proyectos en drogas de UNODC México.
El especialista agrega que la vulnerabilidad de las mujeres derivada de los papeles tradicionales, así como las estructuras y relaciones de poder basadas en el género también pueden aumentar sus riesgos en cuanto a conductas sexuales y consumos peligrosos, pues en el caso de los inyectables, regularmente tienen una pareja íntima masculina que las inició en el consumo o es usuaria al mismo tiempo que ellas.
“Las mujeres que consumen drogas, incluidas las que se inyectan, también son vulnerables a la violencia basada en el género, y al abuso sexual perpetrados tanto por sus parejas íntimas como por otras personas que consumen drogas a su alrededor, los agentes del orden y los proveedores de servicios de salud”, agrega Córdoba.
Sumado a ello, existen múltiples barreras para acceder a tratamiento y otros servicios de salud y sociales para las personas usuarias de sustancias y que padecen problemáticas asociadas, lo cual afecta en mayor medida a las mujeres porque usualmente carecen de perspectiva de género. Por otro lado, las mujeres usuarias pueden estar en menor medida al tanto de los servicios disponibles, aunado al hecho de que enfrentan un doble estigma y discriminación.
“Las mujeres, además, continúan enfrentando barreras desproporcionadas en el acceso a tratamiento en casos de consumo problemático, como menos conciencia del fenómeno, estigma, falta de instalaciones específicas y restricciones económicas”, añade el documento.
Córdoba subraya, además, que a nivel mundial, las mujeres detenidas por tráfico de drogas tienen más probabilidades de ser procesadas y condenadas que los hombres. A su vez, en prácticamente todas las regiones las mujeres tienen menos probabilidades de ser enjuiciadas y condenadas que los hombres cuando son detenidas por consumo o posesión de drogas.
Según UNODC, abordar el consumo de sustancias mediante la perspectiva del derecho a la salud requiere servicios que estén disponibles, accesibles, aceptables y de buena calidad, y que además aseguren la no discriminación, no estigmanización, completa participación, privacidad y dignidad de las personas. Por ello, el abordaje debe considerar las diferentes dimensiones y contextos del uso problemático de sustancias.
En el mundo, aproximadamente 1 de cada 11 personas con consumo problemático recibe tratamiento, menos que en 2015. En particular, en América, el 10.7% de las personas con consumo problemático recibe tratamiento; en el caso de los hombres son el 13.1% y en el de las mujeres solo el 7.5%, en su mayoría por opioides.