OK.- Es bien conocido por todos que a los toros les enfurece el color rojo, y hay una explicación científica para ello. Este miércoles, 6 de julio de 2022, comienzan los Sanfermines, así que es un buen momento para conocerla. Los investigadores de MythBusters, el popular programa del Discovery Channel, realizaron en 2007 algunas pruebas para determinar las causas del comportamiento de los toros al ver la capa roja del matador, y los resultados fueron cuanto menos interesantes.
El estudio sobre los toros y el color rojo
Para llevar a cabo el estudio, los expertos colocaron tres banderas de distintos colores (blanca, roja y azul) frente a un toro. El animal cargó contra todas, independientemente del color. Luego, repitieron el experimento con tres muñecos vestidos con estos mismos colores, y de nuevo el toro embistió a los tres por igual. Lo más curioso de todo es que el muñeco vestido de rojo fue el último al que atacó.
Para finalizar, dentro del recinto del toro colocaron a una persona vestida de rojo, que se mantuvo inmóvil mientras dos vaqueros, vestidos con otros colores, se movían a su alrededor. Por increíble que parezca, el toro atacó a los vaqueros en movimiento y no prestó la más mínima atención a la persona vestida de rojo.
Por lo tanto, este estudio ha desmentido el mito de que a los toros les enfurece el color rojo. Al parecer, los toros son daltónicos y no pueden ver el color rojo. En las corridas, no se molestan al ver el color, sino el movimiento de la capa del matador.
Esta hipótesis está sustentada por el hecho de que el toro también arremete con igual furia contra la otra capa del matador. Esta es más grande y su color no es rojo, sino que de un lado es magenta, y del otro dorado o azul.
La ciencia ha demostrado que la furia del toro no es hacia el color rojo, sino hacia el movimiento de la capa. Seguramente, también provoca su irritación el hecho de que es atacado y herido durante las corridas, se encuentra en un sitio lleno de gente y se siente amenazado.
Por último, cabe señalar que los toros tienen un campo visual muy amplio, favorecido en gran medida por la forma alargada de su pupila. Pueden ver unos 300 grados sin necesidad de mover la cabeza. En lo que respecta a su audición, escuchan frecuencias de hasta 8.000 Hz, mientras el oído humano sólo alcanza los 3.000 Hz.