El mercado ha manifestado temores por una estrategia que continúe los puntos álgidos del obradorismo. Pero el plan de Sheinbaum marca distancia en algunas variables.
Expansión.- Claudia Sheinbaum, la candidata puntero en las encuestas parece desmarcarse del plan energético del presidente Andrés Manuel López Obrador, o al menos así lo dibuja el plan de 100 puntos presentado hace unos días después del inicio de su campaña. Sheinbaum refrenda en el documento la búsqueda de una soberanía energética y apoyos financieros a la estatal Pemex –el principal punto del obradorismo–, pero agrega algunas variables que han pasado de largo en el actual sexenio: la apertura a la inversión privada y el impulso a las energías renovables.
El plan incluye entre los puntos un programa de inversión en energías renovables para acelerar la transición energética, uno de los puntos que ya era esperado tomando en cuenta el perfil ambientalista de la candidata, pero que por momentos parecía seguir la estrategia obradorista basada en combustibles fósiles. Sheinbaum apoyó algunas de las reformas presidenciales que tenían como finalidad colocar a la CFE en el centro del mercado con un plan basado en combustibles fósiles.
Aunque el texto no da muchos detalles, da a entender que la candidata seguiría una política similar a la que intentó impulsar en la Ciudad de México con la puesta en marcha de techos y calentadores solares. “Las energías renovables y la eficiencia energética serán una característica de nuestro gobierno, con plantas fotovoltaicas, eólicas, hídricas, geotérmicas y de hidrógeno verde”, dice el proyecto.
Este punto es un diferenciador con la actual administración, que en esencia dejó de lado la inversión en energías renovables, detuvo la inversión privada en este rubro y puso a la delantera el impulso a las centrales existentes de la estatal CFE, que funcionan principalmente a base de combustibles fósiles.
El texto no menciona cómo será el plan de inversión para estas nuevas centrales que se plantean, pero menciona un punto importante que podría considerarse como el principal punto de diferencia del obradorismo: la apertura al sector privado. “Se permite la participación de empresas privadas de forma razonable, dentro del marco de la ley, y sin que se debilite a la CFE de forma deliberada ni se ponga en riesgo la seguridad energética del país; para ello, se definirán esquemas claros de inversión privada en el sector”, se lee en éste.
El presidente López Obrador cerró prácticamente del todo la inversión privada en los primeros años del sexenio, bajo el argumento de que las petroleras debían dar resultados de los contratos que se adjudicaron en las rondas del sexenio pasado y que se ordenaría el sistema eléctrico. Algunos proyectos entre Pemex y CFE llegaron a finales del sexenio, pero estos han sido pocos.
Los analistas han demostrado desconfianza de la postura de la candidata morenista en cuanto a la probabilidad de que continúe con la política iniciada hace cinco años, pero que hasta ahora no ha dado resultados concretos. Las calificadoras han dicho en distintas ocasiones que será necesaria la inversión privada para aumentar la producción de crudo sin poner en riesgo las finanzas de Pemex y para incrementar el parque de generación renovable aunque la CFE no cuente con el capital suficiente para su construcción.
La estrategia no menciona la incursión de Pemex en negocios de energías renovables, un punto que ya hacen algunas otras petroleras estatales que han decidido abrir verticales de negocio relacionadas con este punto, y que ha decidido incluir su más cercana rival, Xóchilt Gálvez. Pero hace hincapié en que continuará apoyando financieramente a la estatal petrolera.
“Consolidaremos la fortaleza de Pemex y CFE para que vuelvan a ser una palanca del desarrollo. Esto se logrará desde la mejora de sus finanzas, organizacional, proyectos de inversión rentables y amigables con el medio ambiente, que garanticen la soberanía energética”, dice el texto de más de 300 páginas. La primera parte de su plan energético tiene algo que las calificadoras y los inversionistas esperan del próximo gobierno, quien sea que lo encabece. Los analistas han dicho que será necesario que la siguiente administración continúe con los apoyos financieros a la petrolera estatal y que refrende su respaldo a la deuda de la compañía para mantener la certidumbre en el mercado.
La estrategia de Sheinbaum también promete no aumentar los precios de los combustibles, “no más gasolinazos, ni aumento a las tarifas de luz y de gas doméstico por arriba de la inflación”, una de las grandes promesas del presidente López Obrador, pero que ha sido criticada por los expertos en competencia por considerarlo una estrategia artificial para mantener los precios estables. La política que promete incluye mantener la regulación de precios máximos de gas LP –implementada en 2021– y fortalecer la estrategia de combate al huachicol. Todas estas últimas son banderas del actual sexenio.