Los estragos del ciclón tropical afectan a las niñas y los niños de Guerrero, quienes necesitan atención emocional y médica, además de un plan gubernamental que garantice su regreso seguro a clases.
Expansión.- Sobre un escritorio improvisado se extiende un pliego de papel kraft donde varios niños de Acapulco han anotado sus actividades favoritas. Patear piedras. Lanzar aviones de papel. Comer pizzas y hamburguesas. Jugar futbol o ver las carreras de ‘Checo’ Pérez, el piloto de Fórmula 1 mexicano. Estos hobbies eran parte de su cotidianidad hasta que el huracán Otis devastó el puerto la madrugada del 25 de octubre.
Ahora, miles de infantes de Guerrero viven en casas destruidas por los vientos; se alimentan de las comidas calientes repartidas a diario por el gobierno y no ven televisión, porque el agua arruinó sus aparatos domésticos. Tampoco van a la escuela, pues cientos de planteles siniestrados se mantienen cerrados.
Con la rutina trastocada, los menores plasman sus pasatiempos en el papel. Lo hacen en uno de los Espacios Amigables que Unicef habilitó para brindarles atención emocional, médica y nutricional.
Elías, un niño de 12 años, participa en esta actividad. Con playera gris de grecas estampadas, cabello negro y pestañas tan largas que rozan sus cejas, ríe a carcajadas en un video difundido por Unicef. “Ya me despejé un poquito de andar limpiando ahí en la casa”, declara.
Cuidamos las emociones ❤🩹 de la niñez afectada en #Guerrero.
Para ello hemos establecido Espacios Amigables que buscan apoyar su bienestar psicosocial y que encuentren un lugar seguro para ser solo niñas y niños. pic.twitter.com/rqcIp1Eivh— UNICEF México (@UNICEFMexico) November 16, 2023
Los estragos de Otis, el ciclón tropical más intenso de la historia de México, representan un riesgo especial para los menores: durante la emergencia pueden sufrir carencias de alimentación, enfermedades infecciosas y abusos, además de afectaciones psicoemocionales, sobre todo aquellos que perdieron familiares o amigos, advierte Unicef.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ha colaborado con las autoridades en la atención de la niñez damnificada. Sin embargo, a un mes del impacto del huracán, todavía no hay una estrategia gubernamental centrada en las niñas, niños y adolescentes.
Rehabilitación de escuelas queda de lado
Acapulco de Juárez y Coyuca de Benítez son los municipios de Guerrero con más daños por Otis. Alrededor de 280,000 personas de 0 a 19 años residían ahí en 2020. Entonces representaban el 33 y 36%, respectivamente, de la población total de cada ayuntamiento. Las cifras provienen del censo poblacional del Inegi. No obstante, Unicef estimó que 296,000 niñas, niños y adolescentes posiblemente resultaron afectados.
Pese a significar un tercio de los habitantes, la primera etapa del Plan General de Reconstrucción y Apoyo a Población Afectada por el Huracán Otis contempla una sola acción de atención directa a la niñez y adolescencia: duplicar el número de estudiantes con beca, de 45,000 a 90,000 alumnos.
Presentado el 1 de noviembre por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el plan considera un presupuesto de 10,000 millones de pesos para el arreglo de calles, alumbrado público, drenaje, dos aeropuertos, hospitales y escuelas. Pero nada más.
“No hay una estrategia, un plan puntual, que nos dé a entender que para las autoridades sí está siendo una prioridad que los niños no se rezaguen académicamente”, apunta Fernanda Domínguez, coordinadora de Educación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Fue hasta el jueves 23 de noviembre que Leticia Ramírez, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), difundió el censo oficial de colegios. De las 1,224 escuelas públicas de Acapulco y Coyuca de Benítez, 985 (80%) sufrieron afectaciones: 363 quedaron con daños severos; 420 con estragos moderados y 202 con deterioros menores.
La funcionaria mencionó los datos, pero no dio ningún detalle sobre la rehabilitación de los planteles. En contraste, el director del IMSS, Zoé Robledo, presentó el mismo día un plan de reconstrucción para los cinco hospitales y 121 clínicas afectadas.
A decir de la investigadora Domínguez, la cifra de planteles dañados podría ser mayor porque las autoridades han dejado fuera del conteo las escuelas de otras comunidades.
Además de Acapulco y Coyuca de Benítez, la Coordinación Nacional de Protección Civil declaró desastre natural en 45 municipios de Guerrero afectados por las lluvias que dejó el ciclón. Sin embargo, días después, el Gobierno federal retiró la declaratoria y mantuvo los dos primeros.
“Si en estos municipios hay 7,498 escuelas, ¿cómo es que nada más están afectadas 300 y pico? ¿Cómo es que nada más son 100,000 estudiantes los afectados si tenemos una matrícula de 625,000?”, cuestiona.
Rezago educativo
Desde Acapulco, donde visitó algunas escuelas, la secretaria de Educación recordó que el 21 de noviembre se retomaron las clases en 127 colegios de todos los niveles escolares. Es decir, que apenas 10% de las escuelas reabrieron sus puertas.
No hay fecha exacta para reactivar el resto de escuelas. Ramírez dice que será de manera paulatina y flexible. La experta del IMCO calcula que podrían operar hasta el año próximo, lo que aumenta el riesgo de rezago académico para las niñas, niños y adolescentes damnificados.
Hace tiempo que Guerrero registra un bajo desempeño educativo. Los alumnos de esta entidad federativa tienen dos años menos de escolaridad que el promedio nacional. Mientras un estudiante de Guerrero aspira a terminar el primer grado de secundaria, la media del país concreta este nivel en su totalidad. Además, solo 15 de cada 100 estudiantes del estado concluyen la educación superior.
La situación educativa que precede el paso del huracán era desgarradora. Otis llega a sumar al posible rezago que van a sufrir los niños y niñas en Guerrero”,
Otras organizaciones civiles también se han mostrado preocupadas por los impactos en la educación. Paulina Amozurrutia, coordinadora nacional de Educación con Rumbo, ha exhortado a la SEP a etiquetar recursos de su presupuesto para mejorar la infraestructura educativa de Guerrero.
“No vemos un plan estratégico para el regreso a clases en Guerrero, mucho menos un trabajo coordinado con la sociedad civil a fin de que regresen a clases. Se tiene que hacer un esfuerzo consensuado”, sostiene.
Impactos acumulados
“El viento era tan fuerte que lastimaba los oídos”. Así recuerda el paso del huracán Otis un familiar de Camila, una niña acapulqueña de 6 años. Cuando el ciclón tropical de categoría 5 arrasaba el puerto, la pequeña se resguardaba en un baño. “Nos asustamos mucho, a Camila le costó dormir por varias noches”, agrega.
Su casa quedó severamente dañada y la familia perdió su patrimonio. Según el censo oficial de damnificados, 274,502 viviendas quedaron con afectaciones tras el impacto de Otis.
El testimonio, recabado y publicado en redes sociales por Unicef, da cuenta de las adversidades que enfrentan las infancias de Guerrero. La violencia ha invadido este puerto turístico, que en 2022 sumó 602 homicidios, el 43% de los 1,404 asesinatos registrados ese año en todo el estado.
Crecer en Guerrero es difícil. En menos de un lustro, las niñas y niños de esta entidad federativa del sur de México han acumulado varias experiencias traumáticas: crecen en un entorno marcado por la violencia y la pobreza; apenas dejaron atrás la pandemia de covid-19 que les alejó de las escuelas y ahora sufren los estragos de un desastre natural intenso.
“La gente está dolida”
Gabriela Cámara, presidenta honoraria de la organización Voz Pro Salud Mental, explica que después de un fenómeno así, las personas pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático, cuyos efectos se prolongan de 6 a 12 meses o durante un periodo de tiempo mayor si no se atiende la salud mental.
“Se sugiere minimizar la exposición de los niños a imágenes del desastre, evitar contar historias trágicas delante de ellos, dedicarles tiempo y atención, informarles sobre la situación y permitir que ventilen sus sentimientos”, agrega.
A cuatro semanas del impacto del huracán Otis, la tristeza continúa rondando Acapulco. Si la desesperación tuviera olor, quizá sería como el que ahora inunda el puerto: una combinación de sal, pescado y basura.
“La gente está dolida, está triste. Se percibe ansiedad”, describe Fernando Terrazas, integrante del Comité Social Acapulco-Coyuca, un frente de seis organizaciones que apoyan en la reconstrucción.
Dice que la situación le recuerda los inicios de la pandemia de Covid-19, cuando el miedo al desempleo se colaba en las familias.
Porque aunque el Gobierno federal entrega apoyos económicos, programas sociales, despensas y paquetes de electrodomésticos, la incertidumbre no abandona a los habitantes. Temen que la Navidad sí sea amarga, pese a las promesas de López Obrador. Y es que el mes de diciembre era una de las mejores temporadas por la llegada de turistas.
“El agua sigue siendo un problema, el tema de la recolección de basura sigue siendo un problema muy fuerte”, indica Terrazas.
La esperanza de recuperar el puerto antes del fin de año se asoma cuando una parte del transporte público funciona de nuevo; en las tienditas, peluquerías y taquerías locales que han reabierto.
Por ahora, la recuperación de Acapulco avanza lentamente, pero avanza.