Ucrania patrulla la zona contaminada de Chernóbil ante la amenaza rusa

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Las pisadas de los soldados en la nieve y el susurro de los copos al caer, gordos y jugosos como gominolas, es casi lo único que se escucha en los tenebrosos caminos del área de exclusión de Chernóbil. Con un medidor de radiación prendido a la solapa del traje de camuflaje y sus fusiles al hombro, una pequeña patrulla de la guardia fronteriza ucrania avanza a pie a través de destartaladas aldeas, carreteras desangeladas y casas abandonadas a toda prisa tras el accidente de la central nuclear en 1986.

El área que rodea la instalación —con el siniestro sarcófago que recubre el reactor 4, cuya explosión provocó la mayor catástrofe nuclear de la historia— es aún una de las zonas más contaminadas del mundo. Y además de conformar un punto estratégico para Ucrania, Chernóbil queda en la ruta más corta en caso de una invasión desde Bielorrusia. “Esto es suelo ucranio y por seguridad nacional debemos vigilarlo y protegerlo”, remarca Oleh, un recluta de ojos azules y pecosa cara de niño. Tiene 20 años y está haciendo el servicio militar.

Altos cargo del Ejército ruso, entre ellos el jefe del Estado Mayor, Valeri Gerasimov, han llegado este miércoles a Bielorrusia, en otra muestra del músculo militar que exhibe el Kremlin. El país gobernado con puño de acero por el líder autoritario Aleksandr Lukashenko, cada vez más dependiente de Moscú, está solo a una decena de kilómetros del sarcófago del reactor 4.

Ahora, nuevas patrullas de la guardia fronteriza y la policía del distrito se han añadido a los efectivos que ya vigilaban esos 2.600 kilómetros cuadrados, conocidos como La Zona. Es una cuestión de seguridad, comentaba el pasado viernes el ministro de Defensa, Oleksii Reznikov, que pese a las constantes alertas de Washington insiste en que no hay información que indique que Rusia vaya a lanzar un ataque pronto. Que la de Chernóbil sea una ruta de incursión posible desde el norte no significa que sea la más probable, insistía el ministro.

Toda la zona de la frontera con Bielorrusia, que tiene también su propia zona de exclusión, es rica en terreno forestal y pantanoso, explica Mykola Ustimenko, de la Guardia Fronteriza de la zona de Orane, lo que hace complicado imaginar una incursión desde allí y un escenario en el que Chernóbil se convierta en una gran trinchera. Ustimenko, de 35 años, se sacude la nieve del uniforme impoluto mientras recalca que el número de patrullas que vigilan La Zona es un dato secreto, aunque insiste en que son “suficientes”. En caso de invasión, dice el militar, “los guardias fronterizos defenderán el perímetro y retendrán la ofensiva hasta la llegada del Ejército regular, reservas de combate con armas y equipos adecuados, que están desplegados muy cerca”.

En La Zona todo tiene un aire como intemporal. En una de las aldeas cerca del río Veresnya, la maleza entra en las casas y algún árbol se ha movido hasta atravesar el suelo de madera que en otro tiempo pisaron sus habitantes. En la nieve se ven pequeñas huellas de algún animal y un ruido atraviesa el denso silencio. “Quizá sea un perro. O el viento”, dice el recluta Oleh. Tras el accidente, en apenas unas horas y sin decirles a dónde irían y que probablemente no volverían jamás, las autoridades soviéticas evacuaron a unas 91.000 personas. Algunos salieron con lo puesto y nunca regresaron.

Con información de El País

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