“Cuando comencé con mi carrera de biología marina nunca imaginé trabajar con aves”.
BBC.- Yuliana Bedolla estudiaba corales y pensaba dedicarse al mundo submarino.
Pero trabajando en islas del Pacífico mexicano nació una pasión que la impulsa desde hace más de una década: proteger a las aves marinas.
La científica recibió este miércoles uno de los prestigiosos premiosde 2023 de la Fundación Whitley para la Naturaleza, Whitley Fund for Nature.
La fundación destaca cada año a “conservacionistas inspiradores” de diferentes regiones que combinan la ciencia con el trabajo innovador con comunidades locales.
Bedolla, la única ganadora de América Latina, fue premiada por proteger de mamíferos invasores a colonias de anidación de aves marinas nocturnas.
Islas extraordinarias y frágiles
Las islas mexicanas y los mares que las rodean son hábitats cruciales para un tercio de las aves marinas del mundo.
“Estas pequeñas islas son hogar para una extraordinaria cantidad de biodiversidad, pero son ecosistemas increíblemente frágiles”, señala Bedolla, quien es directora de proyecto del Grupo de Ecología y Conservación de Islas, una ONG dedicada a la restauración de las islas mexicanas.
Las islas del Pacífico frente a la península de Baja California son sitios de anidación fundamentales para 23 especies de aves marinas, de las cuales 11 son de hábitos nocturnos durante la anidación.
“Cuando están en temporada de reproducción, estas aves llegan a las islas a tener a su única cría, porque solamente crían un pollo al año”, le explica la bióloga a BBC Mundo.
En su discurso de aceptación del premio Whitley, Bedolla describió estas aves como “misteriosas” por sus hábitos sigilosos.
“Tanto las pardelas como los petreles, a los que llaman paíños en el sur, solo regresan a las islas durante la noche para evitar a los depredadores. Las islas toman vida en la noche durante la temporada de anidación de estas aves”.
La pardela no migra muy lejos y puede ser vista por ejemplo en California, EE.UU.
Pero el petrel negro puede migrar hasta el golfo de Tehuantepec en México, a Centroamérica, a Perú o Ecuador. “Tenemos una conexión increíble con toda Latinoamérica estudiando estas aves”.
Las islas Natividad y San Benito Oeste, con poblaciones pesqueras pequeñas, son hogar de más de un millón de aves marinas nocturnas.
En Natividad se encuentra el 90% de la población mundial de la pardela mexicana. Y el archipiélago de San Benito es la colonia más importante para el petrel negro.
Nidos subterráneos
Tanto las pardelas como los petreles cavan nidos bajo tierra, explica Bedolla.
“Cavan túneles que a veces pueden ser muy largos, más de uno, dos o tres metros, y la entrada puede ser el ingreso a varios nidos. Es impresionante”, indica.
“No solamente anidan en estos nidos subterráneos, sino que también lo pueden hacer entre rocas.
“Tenemos que buscar por todo tipo de hábitat en las islas para encontrar los nidos”.
Helicópteros contra roedores
Tras décadas de acciones de conservación, San Benito Oeste y Natividad son parte de las ocho islas en el Pacífico de Baja California que están ahora libres de mamíferos invasores.
En el pasado, estas especies han llegado a las islas con los habitantes locales desde cabras y burros hasta gatos.
Pero los mayores enemigos de las crías de las aves son los roedores. Y erradicarlos es una batalla sin cuartel.
La introducción accidental de un ratón invasor en San Benito Oeste en 2006 solo se logró contrarrestar tras siete años y con un costo de más de US$600.000.
Y en 2019, una única rata negra en Isla Natividad, observada por un pescador, tomó tres meses en ser capturada.
“Todas las especies invasoras y los depredadores desafortunadamente son llevados a las islas por los seres humanos“, dice Bedolla.
Los roedores pueden llegar como polizones en objetos de los propios pescadores, que mudan sus pertenencias desde otra isla cercana, la isla Cedro, dependiendo de la temporada de pesca.
“Afortunadamente hace alrededor de unos 15 años las islas están libres de esos depredadores“.
Los propios pescadores alertaron a Bedolla y sus colegas en 2006 de que habían visto algunos ratones.
“En uno o dos años ya estaban distribuidos en toda la isla”.
No fue sino hasta 2013 que Bedolla consiguió los fondos para combatir a los roedores con tecnología de última generación.
“Utilizamos tecnología de punta, pueshay que usar un helicóptero con una cubeta que se utiliza, por ejemplo, para fumigar campos de agricultura. En lugar de eso se utilizan como unas croquetas en las que hay un veneno que es específico para los roedores, que no causa ningún daño a las aves o a otros organismos que están ahí”, señala Bedolla.
“Y lo que hacemos es dispersar el veneno, tapizar toda la isla al mismo tiempo, para que llegue a todos los roedores.
“Además, para saber que todos los roedores tuvieron acceso al veneno seguimos a algunos con radio collares para observar si efectivamente lo comieron. Y seguimos haciendo el monitoreo por unos tres meses más para asegurar que toda la isla está libre de esta especie”.
El enigma del calentamiento
Bedolla señala que el cambio climático también podría afectar a las aves.
“Estas islas están precisamente en la frontera entre dos corrientes, una corriente cálida que viene del sur y una corriente fría que viene del norte.
“Si llegase a calentarse muchísimo el océano, la corriente cálida tendría predominancia y probablemente afectaría el alimento de los cuales dependen las aves”.
Una buena señal es que las aves parecen responder por ahora de manera flexible a estos cambios, según la científica.
“Hubo años muy, muy calientes en 2013, 2014, 2015 y 2016. Y a través de lo que comen las aves pudimos ver que los años muy cálidos se alimentaban de especies más tropicales.
“Pero en los años mucho más fríos se alimentaban más de sus presas más comunes. Tienen esa capacidad de escoger otro tipo de alimento cuando no está aquel del que normalmente se alimentan”.
“Quiero proteger mi isla”
El premio Whitley otorga a cada ganador más de US$40.000.
Bedolla usará el financiamiento para impulsar su trabajo con mujeres locales y pescadores. El fin es involucrarlos no solo en el control de posibles roedores sino en el monitoreo de aves marinas.
La isla San Benito Oeste tiene una población de unas 50 personas, mientras que Natividad es hogar de cerca de 300 habitantes.
“Para que la conservación sea exitosa, las comunidades locales deben ser empoderadas como guardianes de su tierra y sus recursos”, afirma la científica.
“En 2021 hicimos un llamado a la acción. Invitamos a comunidades de la región a participar en un programa para prevenir precisamente la introducción de especies invasoras, porque nosotros logramos que las islas estén libres de esas especies, pero el trabajo más difícil es mantener esto a largo plazo.
“Al estar estas islas pobladas, hay un riesgo constante de que vuelva a suceder”.
Bedolla y sus colegas hicieron un video ofreciendo a las comunidades locales la oportunidad de capacitarse no solo en especies invasoras sino en aves marinas.
“Y quienes respondieron de manera inmediata fueron las mujeres locales, que nos contactaron y nos dijeron: ‘yo quiero ser parte de esto, sé que mi isla es única y la quiero proteger’.
“Las comunidades te reciben con los brazos abiertos. En todos los años que llevamos trabajando con ellos, que son prácticamente 20 años, siempre nos ayudan en todo. Nos dan alojo, nos invitan a comer, es impresionante el apoyo”.
Bedolla y sus colegas también colaboran con muralistas, músicos y escultores para sensibilizar a los niños a través del arte a cuidar el medio ambiente.
“Los sitios de anidación de las aves están prácticamente atrás de sus casas. Queremos decirles que sus islas son únicas en el mundo y que estas especies no están en ninguna otra parte. Que si algo sucede en su isla ya no vamos a ver a esas aves nunca más”, apunta.
“También les damos pláticas en las escuelas. A mí me sorprende siempre cómo los más pequeños son los que más te ponen atención, los que más quieren conocer. Y a través de ellos podemos llegar a sus familias”.
“Lo he visto con mis ojos”
A pesar de la grave crisis de biodiversidad en el planeta, con más de un millón de especies en peligro de extinción según la ONU, Yuliana Bedolla tiene una razón muy concreta para mantener la esperanza.
Ella ha visto en el terreno que la conservación funciona.
“Creo que yo soy muy afortunada, porque lo he visto con mis ojos”, subraya.
“En esta región habíamos perdido [por especies invasoras] como alrededor de 27 colonias de aves marinas”.
Para recuperarlas Bedolla y otros biólogos no solo eliminaron las especies invasoras.
“También utilizamos técnicas de atracción social. O sea, pusimos colonias falsas, con sonidos y algunos señuelos falsos que se asemejaban a aves.
“De las 27 colonias de aves que se habían perdido, o más, porque eso es lo que teníamos registrado, 21 colonias ya regresaron a las islas.
“Y no solamente eso. El número de especies de aves marinas que utilizan estas islas se ha incrementado desde las 19 hace diez años a 23 especies. Entonces si nuevas especies están llegando a las islas es porque es un sitio seguro. Si ellas no se sienten seguras, no llegan o se van”.
“Entonces eso da muchísima esperanza, porque ha habido años recientes en que llegamos a las islas y vemos una especie que no estaba hace 100 años, que ahora reconoce que la isla es otra vez un sitio seguro para regresar a anidar”, expresa.
“Eso me da muchísima motivación para continuar.
¿Qué les diría Yuliana Bedolla a quienes leen esta nota?
“Que precisamente busquen este tipo de historias en el mundo, porque hay muchos proyectos como los de nosotros que también están obteniendo buenos resultados y están descubriendo nuevas especies que se creían extintas.
“Eso quiere decir que aún tenemos esperanza de que las especies se recuperen”.