No hay orden de aprehensión contra el padrastro señalado por doble infanticidio en Villa de Pozos

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Blakely Morales

Hasta este miércoles por la tarde, no existe orden de aprehensión en contra Eduardo N. de 46 años, señalado como posible responsable del asesinato a golpes de los dos niños, cuyos cuerpos permanecían ocultos en un domicilio ubicado en un fraccionamiento de la zona recién urbanizada de la delegación de Villa de Pozos, por el rumbo del camino a Santa Rita.

El Fiscal General del estado, José Luis ruiz Contreras, declaró que se siguen las investigaciones en torno al hallazgo de los cadáveres de un niño de diez y una niña de seis años, envueltos en bolsas de plástico y cubiertos de cal, el sábado por la madrugada.

Ruiz Contreras señaló que los forenses ya determinaron como causa de la muerte de ambos infantes: traumatismo y lesiones por golpes.

Sin embargo, la Fiscalía aclaró que no existe una orden de aprehensión en contra del sujeto, a pesar de los señalamientos realizados por la madre de los menores. La Fiscalía no presume la posible responsabilidad de Eduardo N., identificado como padrastro de los niños, a pesar de que así lo indican los testimonios.

El Fiscal confirmó que el hombre es buscado en todo el país, porque persiste una ficha interpuesta por la propia madre de los niños, quien lo reportó sin localizar la semana pasada.

De acuerdo a los partes policiales, la madre fue detenida en flagrancia el sábado y procesada por el posible delito de inhumación clandestina, aunque el fiscal también confirmó que puede haber responsabilidad por su parte, en el atroz asesinato de los niños.

Hasta este martes por la tarde, el domicilio del fraccionamiento La Campiña en Villa de Pozos, permanecía bajo resguardo de la Guardia Municipal. Se habla de que Eduardo N. podría merodear Villa de Pozos.

Entre la desconfianza, el temor y la inseguridad que imperan en la zona, vecinos se han organizado para colocar un pequeño altar y esta semana por las tardes, rezan el novenario en honor de los menores.

Narran que el sábado por la madrugada, mientras Servicios Periciales terminaba de levantar los cuerpos, Angelina la madre, se sentó fuera del domicilio a tomar un refresco y comer un pan; ante la falta de reacciones como el llanto o la tristeza, pretendieron hacer justicia por su propia mano.

Ella misma señaló ese día que el asesino de los niños había sido Eduardo N., su pareja sentimental y padrastro. Aún así, “muchos vecinos la queríamos linchar”, afirman ellos mismos, de no ser por la presencia de policías municipales y agentes de la Fiscalía, lo habrían intentado. 

Parecía un hombre “normal”

Los vecinos de La Campiña identifican a Eduardo N. de 46 años, como padrastro de los niños, aunque lo cierto es que muy poco se sabe de la dinámica de la familia al parecer procedente del estado de Puebla, y conformada por la madre, Angelina N. de 28 años, los dos niños asesinados de 11 y 5, más una menor de 9, y un bebé de escaso mes y medio de nacido.

En general, en los fraccionamientos de esa zona de la ciudad, reina el hermetismo y la convivencia es difícil, pues se trata de desarrollos inmobiliarios pensados a la manera de una “ciudad-dormitorio” habitada por obreros y trabajadores de las diversas ramas de la industria instalada en San Luis Potosí.

Aunado a esto, los habitantes de estos nuevos fraccionamientos están rodeados de grandes extensiones de terreno deshabitadas, por las noches dominan las calles oscuras, y el riesgo de los asaltos y asesinatos es el pan de cada día.

De acuerdo con algunos testimonios de vecinos del fraccionamiento La Campiña, Eduardo N. llegó a vivir al domicilio de color rojo sin número visible, junto con la familia integrada por mamá y tres hijos, procedentes de Puebla, aproximadamente hace un año.

Pero en La Campiña nadie habla con nadie, y poco sabían sobre los contextos  o procedencia de la familia en apariencia, normal. Los vecinos cuentan que en diciembre, los niños salieron con una mesita blanca a vender tamales en la acera del domicilio, y el padrastro era quien les ayudaba a colocar el puesto.

Él desapareció un tiempo, por la misma época en la que los niños dejaron de asistir a la escuela. Vecinas cuentan que los niños iban a una primaria cerca de La Campiña, y que cuando preguntaban por ellos, la madre les decía que el niño estaba con su padrastro, y la niña con su abuela, en Puebla.

Eduardo N. parecía un hombre normal, ayudaba a la familia, fungía aparentemente un rol como educador de los niños, y solía salir a fumar con algunos de sus vecinos.

Los hechos que detonaron el macabro hallazgo del sábado por la madrugada, de los menores envueltos en bolsas de plástico y cubiertos de cal, comenzaron a ocurrir hace poco más de un mes, cuando la madre de los menores desapareció dejando a una niña de nueve años sola con los cadáveres encerrados.

De acuerdo a los vecinos, los menores no eran muy expresivos, y quizá por su color de piel, podría presumirse que probablemente hablaran alguna lengua indígena. Pero conversaban poco, y poco salían a convivir con los demás niños, hasta antes de que los dejaron de ver.

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